ENTREVISTA | ROSENTAL CALMON ALVES
El periodismo en el exilio es el último bastión de resistencia a la dictadura de Ortega.
Por JAVIER M. GONZÁLEZ Y GABRIELA MÁXIMO
Un informe de la ONU acaba de concluir que el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y su mujer, la vicepresidente Rosario Murillo, cometieron crímenes de lesa Humanidad en la represión del 2018, cuando miles de personas salieran a protestar contra el gobierno y fueron brutalmente reprimidas. Desde entonces el régimen encarceló a siete candidatos presidenciales y a cientos de opositores. Hace casi un mes, la expatriación de más de 200 presos políticos, a los que además se privó de su nacionalidad, colocó a Daniel Ortega y su gobierno en el foco de atención internacional. Y el régimen sigue tomando medidas insólitas, como la prohibición de las procesiones en Semana Santa, agudizando su enfrentamiento con la Iglesia Católica.
En su intento de evitar cualquier posibilidad de oposición o crítica, eliminó por completo el periodismo independiente. Los medios fueran cerrados y sus equipos robados o destruidos. Periodistas fueron silenciados y los que intentaron seguir con su trabajo independiente, llevados a la cárcel. Muchos tuvieron bienes personales confiscados. A algunos, el gobierno les quitó la nacionalidad. Pero este escenario de tierra arrasada encuentra un tenaz y heroico foco de resistencia: el periodismo en el exilio. Casi 200 periodistas lograron escapar de Nicaragua y siguen con su labor desde afuera, la mayoría en la vecina Costa Rica.
El periodista brasileño Rosental Calmon Alves, fundador y director del Knight Center for Journalism in the Americas, de la Universidad de Texas, de la que es profesor, estuvo varios días en San José de Costa Rica y siguió de cerca el drama de los periodistas nicaragüenses en el exilio y su esfuerzo para llevar información independiente a su país. Periodista con vasta experiencia, Rosental cubrió guerras civiles y dictaduras por toda a América Latina en los años 70 y 80, inclusive la de los contra revolucionarios que intentaron derribar al Frente Sandinista de Ortega, después de su victoria en 1979 contra la dictadura de Anastasio Somoza. Incluso con toda esa experiencia, el periodista se espanta con el nivel de crueldad de la dictadura en Nicaragua. Rosental sigue la situación de los periodistas nicaragüenses desde la primera ola de represión, iniciada en 2018 cuando ellos todavía intentaban resistir dentro de su país. Y ve el panorama deteriorarse en esta segunda ola.
Este escenario de tierra arrasada encuentra un tenaz y heroico foco de resistencia: el periodismo en el exilio
En abril tendrá lugar el Coloquio Iberoamericano de Periodismo Digital, organizado por él en la Universidad de Texas, este año con un panel dedicado al periodismo hecho en el exilio. Diez nicaragüenses están confirmados para el próximo Coloquio, el día 16 de abril. En el ISOJ, la conferencia global sobre periodismo digital, que se realiza en Austin en las vísperas del Coloquio, está previsto el panel “Periodismo en el exilio: forzados a salir de sus países, periodistas usan la tecnología para reportar desde el exterior y tener impacto en casa”, que incluye periodistas de Rusia, Mianmar y Guatemala, además de un editor de Nicaragua. En 2019, cuenta Rosental, los periodistas nicaragüenses que vivían la primera ola de represión provocaron lágrimas en la platea del Coloquio al relatar sus experiencias. Cuatro años después, la situación es todavía más dramática y el periodismo en el exilio se convirtió en el último bastión de resistencia, como cuenta Rosental en esta entrevista a Nueva Tribuna desde Austin (Texas).
¿Qué panorama encontró en su visita a la región?
El periodismo en el exilio se convirtió, no solo en la única alternativa, sino que prácticamente no convive con ningún otro periodismo, porque el gobierno de Nicaragua acabó con cualquier resquicio de periodismo independiente. Es una situación que no se vio ni en las dictaduras históricas y tradicionales de América Latina. Un régimen que no permite ningún resquicio de periodismo independiente, cerrando todos los medios, inclusive los más moderados y tradicionales, que en el caso de Nicaragua está representado por el diario La Prensa. Llega al punto de robar los equipos como hicieron con Confidencial, de Carlos Fernando Chamorro, donde también confiscaron el edificio. Yo cubrí dictaduras durante tantos años, viendo la censura, la autocensura, boicots, etc. Pero un aniquilamiento como éste… no recuerdo nada parecido.
¿Cómo están sobreviviendo los periodistas nicaragüenses en el exilio?
Las cuentas varían, pero se calcula que sean entre 160 y 200 los periodistas que están en el exilio, con dificultades financieras y la gran mayoría sin renunciar al periodismo. Hubo dos oleadas en el exilio. La primera, todavía al calor de la brutalidad de la represión de 2018, cuando varios periodistas se vieron forzados a salir. Algunos volvieron en 2019. Y después del año pasado hubo otra ola de periodistas que se dieron cuenta de que no había forma de continuar en el país. En la primera ola fueron a Costa Rica por un tiempo. Organizaciones internacionales empezaron a armar esquemas de solidaridad para los periodistas que llegaban a San José. Crearon por ejemplo una casa de tránsito, una safe house, que básicamente era para quienes hacían un reportaje que sabían que iba a tener repercusión. Entonces iban a Costa Rica por un par de meses y después volvían. En la segunda ola, los periodistas llegaban sin posibilidad de regresar. A muchos de ellos les confiscaron el pasaporte cuando intentaban cruzar la frontera de ómnibus y los mandaban de vuelta a Managua con orden de presentarse a la policía. Obviamente, muchos de ellos, en vez de hacer eso pasaban la frontera por puntos ciegos y atravesaban en barco o a pie. Carlos Fernando Chamorro tardó en irse pero consiguió huir. Él es un periodista premiado, tenía un programa de televisión, una empresa, una estructura. Cuando llegó a Costa Rica recibió una solidaridad inmensa de los periodistas de los grandes medios y pudo continuar haciendo su noticiario en YouTube y hoy tiene más de 400.000 seguidores. Lo que nos preocupaba más eran los otros periodistas, los que no tenían esta estructura de protección y apoyo. Y esos eran los medios digitales, de radio, del interior del país. Esos periodistas llegaban sin nada, a veces incluso sin documentos para pedir el estatus de refugiados.
Se calcula que sean entre 160 y 200 los periodistas que están en el exilio, con dificultades financieras y la gran mayoría sin renunciar al periodismo
¿Reciben algún apoyo?
Varias organizaciones internacionales pasaron a apoyarlos, a darles equipos, como teléfonos celulares y cámaras. Así los periodistas fueron intentando alimentar los medios de comunicación que tenían en Nicaragua y creando nuevos medios, sobre todo en YouTube y Facebook. Algunos que logran obtener audiencia consiguen ganar algo de las plataformas tecnológicas, pero es una miseria. No van a tener ninguna publicidad de Nicaragua, porque quien les dé un anuncio va a ser víctima del régimen. La determinación de estos periodistas es muy grande, aunque muchos precisaron encontrar empleo en una tienda o algo así para sobrevivir. La cooperación internacional va desde un grupo de periodistas de Finlandia que se juntó y manda algo de dinero, hasta gobiernos de algunos países, lo que ayuda a que muchos de ellos continúen haciendo periodismo a tiempo completo.
¿Cuál es el impacto que este periodismo en el exilio tiene internamente?
Una de las cosas que hasta ahora no sucedió fue el bloqueo de Internet. No hay las restricciones que Cuba y Venezuela impusieron y que bloquean ciertos medios. No sé si es por falta de capacidad tecnológico o es una opción. Entonces los medios de comunicación en el exilio sí consiguen tener impacto en Internet, sobre todo en las redes sociales, siendo Facebook y YouTube los medios principales.
¿Cómo hacen para acceder a las fuentes?
Para investigar tienen las mismas fuentes. Llaman a las personas y tienen periodistas que no salieron para el exilio, aunque entraron en una especie de clandestinidad periodística y que continúan colaborando con sus pares que están en el exilio, no solo en Costa Rica, también en Madrid y Miami. Hoy se consigue hacer llamadas gratis, que antes eran carísimas y solo los grandes medios podían hacer. Hoy, con WhatsApp o Messenger están en contacto todo el tiempo. Tienen que tomar medidas de seguridad, porque obviamente la dictadura debe tener agentes en Costa Rica y otros países. Pero ya en 2019, durante la primera oleada de represión al periodismo, invité al gran escritor y expresidente de Nicaragua Sergio Ramírez a Austin para hablar de la crisis en su país. En su charla, él notaba que se estaba regresando a un tipo de periodismo en la clandestinidad, irónicamente usado en la lucha contra Somoza. Era el “periodismo de las catacumbas”. En aquellos años, en los 70, reporteros iban a los púlpitos de las iglesias católicas informar a la comunidad lo que la censura somocista no dejaba que saliera en los medios. Sergio Ramírez veía allá en el 2019 el nacimiento de un periodismo de catacumbas digital. Creo que él estaba correcto, pues es lo que vemos hoy.
La cooperación internacional va desde un grupo de periodistas de Finlandia que se juntó y manda algo de dinero, hasta gobiernos de algunos países
Y están también las familias que quedaron en Nicaragua…
La crueldad de esa dictadura es una cosa extraordinaria. Recordando incluso mis tiempos cubriendo dictaduras militares, violaciones de los derechos humanos, desaparecimientos, el refinamiento de la crueldad es impresionante. Primero contra las familias. Hay periodistas y disidentes políticos que consiguieron escapar al exilio, pero tuvieron a familiares presos para intentar castigar a los que salieron. La otra crueldad que me impresionó mucho es el régimen al que los periodistas y disidentes fueron sometidos en los 600 días que pasaron en prisión. Era una tortura sicológica permanente. Una historia que un periodista me contó es que Ortega siempre se enorgulleció de contar que cuando estaba en la prisión de Somoza escribió un poema para conquistar a su actual mujer, Rosario. O sea, en la cárcel de Somoza los presos tenían el derecho de leer y escribir. Pero ahora les retiraban hasta las etiquetas de los productos, para que no pudieran leer nada. No tenían acceso a nada para escribir y permanecían en una celda oscura. Algunos de ellos contaban a los familiares que las únicas cosas que leían era la etiqueta de la pasta de dientes, porque no se la podía sacar del tubo. Era la sofisticación de la tortura que no permitía que las personas viesen palabras escritas, y mucho menos escribir palabras.
La dictadura acabó con los medios independientes, pero hay radio y televisión. ¿Cuál es el panorama de los medios oficialistas y cuál es el papel de los hijos de Ortega?
Desde que asumió, Ortega, sus hijos y Rosario, que fue la persona encargada de la comunicación durante toda la carrera política del marido, pusieron mucho énfasis en una cosa parecida al modelo de Hugo Chávez (ex presidente de Venezuela), que era crear los propios medios e ir sofocando los demás. Y a los hijos de Ortega les gustaban mucho la televisión y la radio. Cuando hubo un gran flujo de millones y millones de petrodólares sin ningún control, se utilizaron para comprar emisoras de televisión. Existe un sistema mediático orteguista, como están haciendo otros dictadores de América Latina. En el caso de Nicaragua en parte con dinero venezolano. Además existe la prensa no oficial, que, ante la brutalidad utilizada contra otros medios, se calla. Uno de los grandes dueños de medios es el mexicano Ángel González, que tiene el monopolio de la televisión en Guatemala y actúa en una docena de países en América Latina, con énfasis en el entretenimiento. Es uno de los que continúan en el país porque se adapta al régimen.
¿El periodismo en el exilio consigue traspasar esa burbuja?
Creo que sí. Visité estudios de video y audio en Costa Rica que son rudimentarios, pero consiguen producir. Uno de ellos hace dos noticiarios diarios, una revista por la mañana y un telediario por la noche con noticias del día, y tiene audiencia. Uno de estos medios hizo una investigación mostrando que el gobierno había contratado una granja de trolls en México para contraatacar a los periodistas que están trabajando fuera, para internar desmoralizarlos personalmente en Internet. Otra cosa que el gobierno hace es buscar alguna violación del copyright en los videos que los periodistas utilizan en YouTube y reclamar que existen derechos de autor. Así consiguen que robots de YouTube retiren del aire los programas. En algunos casos intenté intermediar y denunciar que estos periodistas eran víctimas de esas maniobras.
Uno de los grandes dueños de medios es el mexicano Ángel González, que tiene el monopolio de la televisión en Guatemala y actúa en una docena de países en América Latina
¿Tiene alguna explicación para entender cómo una revolución como la sandinista, que entusiasmó a tantas personas en los años 70, terminara en esta cruel dictadura?
Ortega nunca fue el más brillante de los comandantes, había otras estrellas. La idea de colocarlo al frente fue, justamente, porque era el menos destacado. Sería más difícil elegir uno de los otros comandantes más imbuidos de la revolución. Ese personaje fue desenvolviendo la idea de personalización del poder que resultó en este monstruo que vemos hoy. Es una dictadura que no tiene nada que ver con sus orígenes. Lo que me espanta y decepciona es que la izquierda latinoamericana, en gran parte, con nobles excepciones, continúa apoyando a Ortega, como si él comulgase con los mismos ideales socialistas o comunistas, sean cuales sean. Él es un dictador de la peor especie que representa esa ola de autoritarismo del siglo XXI, que se refleja en Putin y en Chávez.
La crueldad de Ortega con sus compañeros de armas, torturando a sus propios colegas, es una cuestión personal, no tiene nada que ver con los ideales que tenían como grupo. Me entristeció mucho ver (al entonces candidato a la presidencia de Brasil) Luiz Inacio Lula da Silva, cuando fue provocado por (el entonces presidente) Jair Bolsonaro en el debate, no decir una palabra de espanto sobre lo que Ortega está haciendo, solo para agradar a una militancia pequeña del PT (Partido de los Trabajadores) que está presa del pasado y no consigue abrir los ojos para lo que está sucediendo. O que realmente piensa que el mejor régimen es una dictadura personalista.
¿Pero la oposición no ha sido aniquilada?
Los siete candidatos presidenciales opositores fueron presos en la segunda ola de represión. Fue ahí que la segunda ola comenzó. La primera oleada fue la brutalidad de la represión contra las manifestaciones que comenzaron por un problema de la seguridad social, pero terminó convirtiéndose en una protesta contra el régimen. Y la segunda ola fue por la reelección y la perpetuación de Ortega en el poder. No habría hecho eso si confiase en la popularidad del régimen. Existe un contingente sandinista comprado por los beneficios del gobierno, pero no es tan significativo. Es muy preocupante esta ola en toda América Latina. Está el caso de Costa Rica, por ejemplo. Un país considerado como la Suiza centroamericana, con una tradición democrática super fuerte, con índices sociales excelentes, que hace décadas es un contraste en relación a los otros países. Y que hoy tiene un presidente de derecha (Rodrigo Chaves) que llama a la prensa de “prensa canalla”. En El Salvador, su presidente, Nayib Bukele, ya se autoproclamó “el dictador más cool del mundo”. Es un tipo con una clara vocación autoritaria, que está usando el régimen democrático para minar la democracia, que ve a la prensa como su principal enemigo y que tiene un 80 % de popularidad gracias a que sabe usar los medios y las redes sociales de una manera brillante.
Este artículo fue publicado originalmente en https://www.nuevatribuna.es/. Lea el original.