En junio de 2025, el think tank MCC Brussels publicó un informe que ha generado controversia en círculos políticos, académicos y periodísticos. Bajo el título “Brussels’s Media Machine: EU Media Funding and the Shaping of Public Discourse”, el documento detalla cómo las instituciones europeas financian con cientos de millones de euros a medios de comunicación y proyectos periodísticos, promoviendo —según la investigación— un discurso alineado con los valores y objetivos de la propia Unión Europea. El autor del informe, el investigador y periodista Thomas Fazi, sostiene que este sistema no solo afecta la independencia editorial, sino que reconfigura el panorama informativo europeo, al servicio de una narrativa institucional cuidadosamente construida.
¿Pluralismo o propaganda?
Desde la década de 1990, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo han incrementado de manera sostenida el financiamiento de medios de comunicación a través de diversos programas, justificados formalmente como medidas para “fomentar el pluralismo”, “luchar contra la desinformación” y “acercar Europa a los ciudadanos”. Sin embargo, el informe de MCC argumenta que, lejos de ser neutrales, estos fondos promueven activamente una visión positiva de la UE, marginando voces críticas y reduciendo el espacio para el debate libre.
Se estima que anualmente se destinan alrededor de 80 millones de euros a este propósito, distribuidos en proyectos que van desde asociaciones periodísticas multinacionales hasta plataformas de verificación de datos y campañas institucionales. Aunque estas iniciativas no imponen una censura directa, el efecto es más sutil pero igualmente problemático: moldean el ecosistema mediático para reforzar el consenso institucional, dificultando la emergencia de posiciones alternativas.
Una arquitectura compleja y poco transparente
El mecanismo de financiamiento descrito en el informe es disperso y difícil de rastrear. Fazi identifica al menos cuatro grandes canales a través de los cuales se articula esta estrategia:
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El programa de Cohesión (IMREG), que ha otorgado más de 40 millones de euros desde 2017 para proyectos periodísticos centrados en la narrativa de la política regional europea.
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Las Journalism Partnerships, un programa del Creative Europe, que ha distribuido más de 50 millones de euros desde 2021 para fomentar la colaboración transnacional entre medios.
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La European Newsroom, una red financiada directamente por la Comisión, que centraliza contenidos de agencias como ANSA, EFE o Lusa y los redistribuye en clave europea.
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EDMO (European Digital Media Observatory), una plataforma con más de 27 millones de euros de presupuesto, oficialmente dedicada a la lucha contra la desinformación, pero cuya línea editorial coincide sistemáticamente con la narrativa oficial.
A esto se suman contratos de gran envergadura con agencias de comunicación como Havas Media, a la que el Parlamento Europeo adjudicó 132,8 millones de euros antes de las elecciones de 2024 para gestionar la imagen de la institución.
Un impacto profundo en la libertad informativa
El informe no sugiere que los periodistas individuales actúen de mala fe, ni que exista una conspiración centralizada. El fenómeno descrito es más estructural: medios que dependen del financiamiento europeo, directa o indirectamente, tienden a autocensurarse o a privilegiar temas y enfoques alineados con las prioridades institucionales.
En otras palabras, no se trata de una propaganda impuesta desde arriba, sino de una hegemonía discursiva que se construye a través de incentivos financieros, convenios de cooperación y campañas de visibilidad. El periodismo, en este contexto, corre el riesgo de transformarse en una extensión del aparato comunicativo europeo, perdiendo su función crítica y fiscalizadora.
Además, la lucha contra la desinformación, que justifica muchos de estos programas, se presenta como una herramienta ambivalente. Según el informe, esta etiqueta se ha utilizado en ocasiones para deslegitimar posturas disidentes, reforzando la idea de que solo la versión institucional de los hechos es válida o confiable.
Un fenómeno europeo… y geopolítico
El alcance del sistema de financiamiento no se limita a los países miembros. La Comisión Europea también invierte en medios de comunicación en los Balcanes Occidentales, el Cáucaso y Europa del Este, en un esfuerzo por “europeizar” el discurso mediático en regiones estratégicas. Este enfoque recuerda —según Fazi— al modelo de intervención cultural de USAID o de ciertos brazos mediáticos de la OTAN, donde la promoción de valores democráticos sirve también como instrumento geopolítico.
¿Hacia una solución?
El informe concluye con una serie de recomendaciones que apuntan a reequilibrar la relación entre medios e instituciones: mayor transparencia en los criterios de asignación de fondos, garantías de independencia editorial en los contratos financiados, auditorías externas del impacto real de estos programas, y una diversificación de fuentes de ingreso para los medios que hoy dependen casi exclusivamente del financiamiento institucional.
Estas propuestas buscan evitar que la Unión Europea, en su legítimo afán por consolidar su identidad comunicativa, comprometa sin querer los fundamentos de la democracia que dice proteger.
Conclusión
La investigación de MCC Brussels plantea una cuestión delicada pero necesaria: ¿puede una democracia financiar masivamente los medios que la representan sin erosionar su propia credibilidad informativa? En una era marcada por la desinformación, los populismos y la crisis de confianza institucional, la respuesta no es simple. Lo que sí parece claro es que el pluralismo mediático no se garantiza solo con subsidios, sino con estructuras que aseguren el disenso, la crítica y la libertad de pensamiento. Y, en ese sentido, el informe actúa como una llamada de atención urgente.
Fuente:
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