El enorme tsunami de noticias referidas al desarrollo de algoritmos generativos o de machine learning en general, y a sus posibles efectos, tiene a muchos preocupados con respecto a lo que perciben como una de sus amenazas supuestamente más importantes: la pérdida de puestos de trabajo.
Que la tecnología dé lugar a una pérdida de puestos de trabajo no debería resultarnos sorprendente: ha ocurrido en muchísimos momentos de la historia de la humanidad, ha generado leyendas como la de Ned Ludd y se ha convertido prácticamente en una constante. El análisis habitual suele realizarse en dos fases: una primera a corto plazo, en la que una serie de ocupaciones son eliminadas debido a la disponibilidad de una tecnología que las convierte en redundantes, y una segunda a medio plazo en la que esas tecnología generan a su vez empleo, habitualmente más especializado o percibido como de más valor añadido.
Analistas como Goldman Sachs prevén que el desarrollo de algoritmos y su aplicación en distintas industrias dé lugar a una pérdida de unos trescientos millones de puestos de trabajo, con un 18% del trabajo global que pasará a ser llevado a cabo exclusivamente por ordenadores, y un impacto sensiblemente más fuerte en las economías avanzadas frente a los países en vías de desarrollo. El último informe del World Economic Forum habla de un 23% de los puestos de trabajo en riesgo de disrupción a lo largo de los próximos cinco años, mientras un estudio de tres investigadores de OpenAI sitúa ese riesgo en un 80% de los trabajadores en los Estados Unidos con un 10% de sus tareas cotidianas afectadas y un 19% con un nivel de afectación superior al 50%.
¿Qué trabajadores resultarán más afectados? El mayor impacto económico se espera en trabajos con salarios por lo general elevados que requerían un cierto nivel de educación, escaso entrenamiento en el puesto de trabajo, que llevan a cabo tareas como escribir, programar o procesar información, generalmente de forma repetitiva o rutinaria. Entre los más afectados se sitúan intérpretes, traductores, encuestadores, escritores, autores, especialistas en relaciones públicas, gestores fiscales, matemáticos, correctores, editores, contables o auditores. En el lado opuesto, entre los menos afectados, hablamos de mecánicos, cocineros, trabajadores de la construcción, atletas, almacenistas, trabajadores de la automoción, carpinteros, etc.
Resulta interesante ver un impacto tecnológico que tiende a afectar más, al menos por el momento y con el estado actual de la tecnología, a los trabajadores en principio más cualificados y de economías más desarrolladas, que por otro lado, tienden a ser considerados más reconvertibles, más reeducables o con más oportunidades que su contrapartida con menor cualificación o en países en vías de desarrollo. Un ejemplo claro de esa tendencia serían las recientes declaraciones del CEO de IBM, Arvind Krishna, que ha afirmado que su compañía estaba planteándose sustituir unos 7,800 puestos de trabajo con algoritmos de diversos tipos, y que eso sería mucho más fuerte en trabajos administrativos y funciones como la de recursos humanos, en donde habían ya suspendido todas las contrataciones.
Pero en la práctica, podríamos estar hablando de funciones que van mucho más allá, como las llevadas a cabo por los analistas bursátiles: el Financial Times afirma que una cartera elegida por ChatGPT está consiguiendo mejores rendimientos que las compañías financieras más destacadas del Reino Unido… ahora, los analistas ya no tienen que luchar contra un mono que tira dardos contra una pared, contra el que ya solían perder, sino contra un algoritmo.
Obviamente, no se puede frivolizar con estos temas: un puesto de trabajo y una persona sustituida por un algoritmo es o puede ser un drama personal y un problema importante, pero de ahí a darnos al tremendismo y a reeditar los miedos que toda tecnología suficientemente nueva despierta, hay una distancia significativa. ¿Debacle del empleo? ¿Desastre social? ¿Apocalipsis? ¿O simplemente una reconversión más de esas a las que ya estamos muy acostumbrados a lo largo de la historia, con cada vez más puestos incorporando el uso de algoritmos a modo de asistentes inteligentes y otros que van viendo cómo sus funcionalidades son llevadas a cabo de manera ventajosa por estos? Francamente, tiendo a inclinarme más por esa segunda.
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