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Por Fernando Vizcaíno Carles.
Cada día que pasa es mayor el número de personas que eentienden que la pandemia del coronavirus ha sido un fraude; quizá el mayor fraude de la historia de la humanidad. Millones de ancianos y personas de todas las edades asesinados en geriátricos y hospitales, respectivamente, para simular la propagación de un presunto virus super contagioso y asesino causante de una enfermedad que fue diagnosticada en base a fraudulentos positivos PCR. Unas pruebas que fueron realizadas, en una primera instancia, a quienes morían por causa de de los protocolos sanitarios de la vergüenza/muerte; en una segunda, por las causas de toda la vida; y en una tercera y última, por causa de los afectos adversos de unas mal llamadas vacunas que, el pasado octubre, en el parlamento europeo, directivos de la Pfizer reconocieron no haber ni tan siquiera testado antes de sacar al mercado.
Este último parece ser el principal objetivo del fraude que tantas vidas y tantos esfuerzos mediáticos ha costado: conseguir que el mayor número posible de personas se inoculase la presunta “vacuna salvadora”; la cual fue ha sido administrada perpetrando toda un sucesión de ilegalidades. Ilegalidades que comenzaron por la coerción que nunca debe ser empleada para forzar a nadie a someterse a ninguna clase de tratamiento médico, y que continuarían con la administración del dicho tratamiento sin que mediasen ni el consentimiento informado del paciente ni la prescripción y receta firmadas por el médico de turno. No en vano en la ficha técnica de todas ellas se especifica que son medicamentos sujetos a prescripción médica y a su correspondiente receta.
No sé ustedes pero yo todavía no he visto a un solo médico en el mundo que se haya atrevido a prescribir y/o recetar cualquiera de estas “vacunas”. Lo que a nadie debe sorprender si se tiene en cuenta que, a día de hoy, las muertes y enfermedades graves causadas por su inoculación se cuentan a decenas de millones en el mundo. A la espera, por supuesto, de conocer sus efectos adversos a largo plazo.
El aquelarre no puede ser mayor, y no va a ser fácil conseguir que los responsables del que es este genocidio multifactorial programado respondan por sus actos. Para ello se necesita, en primer lugar, ponerles nombres y apellidos. Y, para ello, obviamente, resulta fundamental dirigir la mirada hacia la organización que declaró la Pandemia del Coronavirus: la Organización Mundial de la Salud.
La mayoría de personas creen que la OMS es una estructura pública sin más interés que el de velar por el bienestar y la salud de los habitantes del planeta. Ésta es, sin embargo, una idea fruto tan solo de la candidez y la ignorancia de dicha mayoría de personas.
La OMS se financia a partir de las contribuciones señaladas –obligadas– de los Estados Miembros –países–, y de las contribuciones voluntarias de estos mismos Estados Miembros y de otros asociados. Y a este respecto resulta de vital trascendencia remarcar que las contribuciones señaladas no ascienden a ni tan siquiera el 20% del presupuesto total de la OMS; de lo que se extrae que las contribuciones voluntarias ascienden a más del 80% de dicho presupuesto. Lo que no sería un problema si no se diera el caso de que, el presupuesto obtenido por mediación de estas contribuciones voluntarias, no tuviera que invertirse conforme a los intereses de dichos inversores.
En resumidas cuentas: la Organización Mundial de la Salud, no vela por el bienestar y la salud de los habitantes del planeta, sino, como es lógico, por los de quienes la financian. Así que a continuación trataré de aclarar cuales son los intereses de tales financiadores.
Entre los 5 principales financiadores de la OMS, encontramos casi siempre y en este orden aproximado, a los Estados Unidos de América, a la Fundación Bill & Melinda Gates, a Alemania, a GAVI y a la Comisión Europea. Entre ellos copan más del 50% del presupuesto total de la OMS, que suele rondar entre los 5000 y 6000 millones de dólares anuales.
Resulta que la Fundación Bill & Melinda Gates es la más influyente desarrolladora y comercializadora de vacunas en el mundo. Y que el propio Bill Gates es uno de los principales fundadores de GAVI, que es la Alianza Global para las Vacunas y la Inmunización. Además se da el caso de que, la fundación Bill & Melinda Gates, es a su vez la principal financiadora de GAVI, a la que en los últimos doce años ha donado cerca de 5000 millones de dólares. Por lo que bien pudiera decirse que GAVI es un organismo satélite de la Fundación Bill & Melinda Gates.
Si sumamos las “contribuciones voluntarias” a la OMS de las mucho más que hermanadas Fundación Bill & Melinda Gates y GAVI, sucede que éstas son quienes aportan el mayor porcentaje de su presupuesto.
Por otra parte, si desglosamos en que exige invertir la mayor parte de sus contribuciones quien de forma independiente tiende a ser el principal financiador de la OMS, los estados Unidos de América, nos encontramos con que su principal interés resulta ser casi siempre el mismo que el de la Fundación Bill & Melinda Gates: la erradicación de la Polio; la cual presuntamente se lleva a cabo mediante la inoculación de sus vacunas.
No en vano la inmensa mayoría de las donaciones de los Estado Unidos de América –así como del resto de los Estados Miembros– a la Organización Mundial de la Salud, son VOLUNTARIAS. Lo que significa que son los gobernantes de estos países quienes deciden cómo y dónde deben invertirse dichas donaciones. Cómo, dónde y, por descontado, para beneficio de quienes financian económica y mediáticamente sus carreras políticas; es decir, para beneficio de aquellos mismos que años más tarde, una vez concluidas sus carreras políticas, les invitarán a cruzar las llamadas “puertas giratorias”. Me refiero al propio Bill Gates y a sus “socios” los dueños de los bancos centrales y grandes corporaciones internacionales; quienes cual titiriteros de presidentes electos mediante el espejismo de la democracia, gobiernan el mundo desde las sombras.
Otro importante factor en la ecuación, es el de que la Comisión Europea está presidida por Ursula von der Leyen, quien actualmente está siendo investigada penalmente por la Fiscalía Europea debido a la forma en que se firmó los contratos con los fabricantes de las vacunas COVID-19. En relación a esta causa, el Tribunal de Cuentas ya ha publicado un informe en el que apunta que hasta noviembre del 2021, la Comisión Europea había firmado contratos por valor de 71.000millones de euros en nombre de los Estados Miembros por la compra de 4.600 millones de dosis de vacunas. Esto es, por la compra de 10 dosis para cada ciudadano que, para más inri, se ha realizado en base a contratos cuyo contenido no conoce nadie aparte de ella y Pfizer/BioNTech, amén del resto de compañías vendedoras de vacunas.
Ursula von der Leyen se ha negado a entregar los mensajes de texto intercambiados con el consejero delegado de la Pfizer, Albert Bourla. Y, para mayor escándalo, este último se ha negado a presentarse frente a la comisión de investigación realizada en el Parlamento Europeo para esclarecer lo sucedido.
Para terminar de cerrar el círculo, resulta que Pfizer/BioNTech nos lleva de nuevo hacia quien valiéndose de su omnipresente influencia en la OMS, pareciera haber movido todos los hilos para orquestar el fraude genocida de la pandemia del coronavirus.
Efectivamente, la Fundación Bill y Melinda Gates ya se hallaba vinculada a BioNTech desde el año 2019 a través de la investigación de vacunas de inmunoterapia para prevenir el VIH y la tuberculosis, y en el año 2020 disponía ya de un paquete de 3 millones de acciones de esta empresa. Y, curiosamente, BioNTech y Pfizer decidieron asociarse para trabajar conjuntamente para el desarrollo de la vacuna Pficer/BioNTech en el mes de marzo del 2020, tan solo un mes después de que Susan Desmond-Hellman, exconsejera delegada de la Fundación Bill & Melinda Gates, pasase a formar parte del consejo de administración de la Pfizer. Por lo que a nadie debe de extrañar que la Fundación Bill & Melinda Gates haya tenido gran parte de la culpa, si no toda, del desarrollo de la primera y más lucrativa de las vacunas COVID-19.
Tampoco quiero dejar de mencionar que la Fundación Bill & Melinda Gates aportó donativos por valor de 5 millones de dólares en el 2020 y de otros 100 millones en el 2022, a BioNTech y Pfizer, respectivamente. Un generoso riego de dinero del que también se beneficiaron tanto la Janssen como Novavax; otras dos de entre las principales compañías farmacéuticas vendedoras de las vacunas COVID-19. Desde el año 2013, la Janssen ha sido acreedora de donaciones de los “Gates” por valor de unos 40 millones de dólares aproximadamente. Por su parte, Novavax, recibió de un solo golpe 82,553 millones en septiembre del 2015 y 15 otros millones en julio del 2020.
No sé si el lector se planteo en algún momento, que cómo fue posible que los medios de comunicación alertasen al planeta y la OMS declarase la pandemia del coronavirus por la muerte en China –un país con 1.400 millones de habitantes– de una cantidad de personas diez veces inferior al de los que anualmente mueren en España –con sus 47 millones de habitantes– por causa de la gripe. O que cómo fue posible que, por el presunto fallecimiento de 1.8 millones de personas en el año 2020 en el mundo, 0.7 millones menos de los que fallecen cada año por causa de la neumonía, la población mundial fuese bombardeada mediáticamente y perseguida/coaccionada para conseguir que se inoculara una presunta vacuna todavía en fase experimental.
Son cuestiones que carecerían de todo sentido de no tenerse en cuenta todo lo que en estas líneas acaba de ser expuesto.
Mientras tanto los medios de comunicación, también propiedad de los “Bill Gates” y asociados de este mundo –ocultos la mayoría de ellos en el anonimato tras la fachada de las todopoderosas Vanguard y Blackroc–, señalan con su dedo estigmatizador como a teóricos de la conspiración a quienes siguen el rastro del dinero.