Un reciente estudio publicado en Nature Medicine sugiere que las vacunas de ARNm contra la COVID-19, como las de Pfizer-BioNTech y Moderna, podrían no inducir adecuadamente la formación de células plasmáticas de larga vida (LLPC, por sus siglas en inglés) en la médula ósea, lo que explicaría la rápida disminución de los niveles de anticuerpos específicos contra el SARS-CoV-2 tras la vacunación.
Las LLPC son células inmunitarias especializadas que residen en la médula ósea y son responsables de la producción sostenida de anticuerpos a largo plazo, proporcionando una protección duradera contra patógenos. A diferencia de las células plasmáticas de vida corta, que generan una respuesta inmediata pero efímera, las LLPC pueden mantener la producción de anticuerpos durante años o incluso décadas.
El estudio analizó muestras de médula ósea de 19 adultos sanos entre 2,5 y 33 meses después de recibir vacunas de ARNm contra la COVID-19. Los investigadores encontraron que, mientras que las células plasmáticas específicas para influenza y tétanos eran abundantes en la médula ósea, las células específicas para el SARS-CoV-2 eran escasas o ausentes. Esto sugiere que las vacunas de ARNm podrían no estar generando una respuesta inmunitaria de larga duración comparable a la de otras vacunas tradicionales.
Además, el estudio observó que los niveles de anticuerpos IgG específicos para el SARS-CoV-2 disminuyen significativamente entre 3 y 6 meses después de la vacunación, lo que coincide con la ausencia de LLPC específicas en la médula ósea. Esto contrasta con la respuesta observada tras infecciones naturales leves por SARS-CoV-2, donde se ha detectado la presencia de LLPC específicas en la médula ósea hasta 11 meses después de la infección.