La creciente crisis del cáncer en adultos jóvenes y un llamado a la acción

Por Dr. Raphael Cuomo.


Durante las últimas décadas, el cáncer se ha considerado predominantemente una enfermedad del envejecimiento. La creencia popular sugiere que cuanto más vivimos, más oportunidades tienen nuestras células de acumular mutaciones genéticas que eventualmente pueden derivar en neoplasias malignas. Sin embargo, este paradigma está siendo trastocado por una tendencia preocupante: el cáncer afecta cada vez más a los adultos jóvenes.

Datos recientes muestran que las tasas de cánceres de aparición temprana (diagnosticados en personas menores de 50 años) están aumentando en múltiples tipos de cáncer, siendo los cánceres colorrectal, de mama, de páncreas y de esófago algunos de los que muestran los aumentos más drásticos. Este cambio plantea preguntas urgentes sobre qué podría estar impulsando esta tendencia. Si bien la genética influye, la rapidez de este aumento sugiere que factores ambientales y de estilo de vida, como los cambios en la dieta y el microbioma intestinal, podrían estar contribuyendo de maneras que apenas comenzamos a comprender.

Históricamente, el cáncer colorrectal se consideraba una enfermedad de adultos mayores, y las directrices de detección reflejaban esta premisa. Sin embargo, en 2021, el Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de EE. UU. redujo la edad recomendada para la detección del cáncer colorrectal de 50 a 45 años en respuesta a la creciente evidencia de una creciente incidencia en poblaciones más jóvenes. Están surgiendo preocupaciones similares con respecto a otras neoplasias malignas, como el cáncer de mama y el cáncer de páncreas, cuya incidencia también aumenta en adultos menores de 50 años.

Si bien algunos investigadores han sugerido que las mejoras en la detección temprana podrían explicar parte del aumento, esta explicación no explica completamente la tendencia. Los datos revelan un verdadero aumento en la incidencia, no solo una mejor detección. Además, estos cánceres suelen ser más agresivos cuando aparecen en adultos jóvenes, lo que conlleva peores pronósticos. Por ello, comprender los factores de riesgo subyacentes es una prioridad urgente.

Entre los factores de riesgo más analizados se encuentra la dieta moderna, en concreto, el auge de los alimentos ultraprocesados. Estos productos altamente refinados, fabricados industrialmente, representan ahora más del 50 % de la dieta estadounidense promedio. Están diseñados para ser hiperpalatables y tener una larga vida útil, pero a menudo carecen de nutrientes esenciales y fibra, además de tener un alto contenido de azúcares añadidos, grasas no saludables y aditivos artificiales.

Estudios epidemiológicos a gran escala han vinculado las dietas ricas en alimentos ultraprocesados ​​con un mayor riesgo de obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares, afecciones que, a su vez, se asocian con un mayor riesgo de cáncer. Pero más allá de estos efectos indirectos, investigaciones recientes sugieren que los alimentos ultraprocesados ​​podrían desempeñar un papel más directo en el desarrollo del cáncer. Por ejemplo, suelen contener emulsionantes, edulcorantes artificiales y otros aditivos que pueden alterar la flora intestinal, desencadenar inflamación crónica y contribuir a la disfunción metabólica, todo lo cual puede acelerar los procesos que promueven el cáncer en el organismo.

Un estudio preocupante publicado en The BMJ reveló que por cada aumento del 10 % en la proporción de alimentos ultraprocesados ​​en la dieta de una persona, se producía un aumento significativo del riesgo general de cáncer. Otro estudio de cohorte a gran escala publicado en JAMA Oncology relacionó el consumo elevado de alimentos ultraprocesados ​​con un mayor riesgo de cáncer colorrectal, especialmente en hombres.

Uno de los mecanismos más convincentes por los cuales la dieta influye en el riesgo de cáncer es su efecto sobre el microbioma intestinal, la vasta comunidad de billones de microbios que residen en nuestro tracto digestivo. El microbioma desempeña un papel crucial en la regulación de la función inmunitaria, el metabolismo de nutrientes e incluso en la inflamación sistémica. Sin embargo, los cambios en la dieta moderna, en particular el aumento del consumo de alimentos ultraprocesados ​​y la disminución de la ingesta de fibra, han alterado profundamente la composición de las bacterias intestinales, lo que podría aumentar la susceptibilidad al cáncer.

Un microbioma intestinal sano es rico en diversas especies bacterianas, muchas de las cuales producen metabolitos beneficiosos, como los ácidos grasos de cadena corta (AGCC), que poseen propiedades antiinflamatorias y anticancerígenas. Sin embargo, las dietas ricas en alimentos procesados ​​y bajas en fibra promueven el crecimiento de bacterias dañinas, a la vez que reducen las especies beneficiosas. Este desequilibrio, conocido como disbiosis, puede provocar una mayor permeabilidad intestinal, lo que permite que subproductos bacterianos dañinos entren en el torrente sanguíneo y desencadenen inflamación crónica, un factor clave en la progresión del cáncer.

Estudios han identificado firmas microbianas específicas asociadas con un mayor riesgo de cáncer. Por ejemplo, se ha demostrado que ciertas cepas de Fusobacterium nucleatum , una bacteria muy abundante en personas con cáncer colorrectal, promueven el crecimiento tumoral al suprimir el sistema inmunitario. Otros metabolitos intestinales, como los ácidos biliares secundarios producidos por dietas ricas en grasas, se han vinculado con el daño del ADN y la carcinogénesis colorrectal.

Si bien la dieta y la salud intestinal son factores cruciales, no actúan de forma aislada. El entorno moderno expone a las personas a una creciente variedad de sustancias químicas disruptoras endocrinas, como bisfenoles, ftalatos y sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS), presentes en productos de consumo diario y envases de alimentos. Estas sustancias químicas se han relacionado con la disfunción metabólica, la obesidad y cánceres de origen hormonal, como el de mama y el de próstata.

La salud metabólica en sí misma es un factor que a menudo se pasa por alto y que contribuye al riesgo de cáncer. El aumento de la obesidad y la resistencia a la insulina —que se han acelerado en adultos jóvenes— está estrechamente vinculado con el aumento de la inflamación, el estrés oxidativo y los desequilibrios hormonales, lo que crea un entorno más favorable para el desarrollo del cáncer.

Abordar el aumento de cánceres de aparición temprana requiere un enfoque integral que abarque cambios en la dieta, intervenciones políticas y una mayor concienciación pública. Las iniciativas de salud pública deben priorizar la reducción del consumo de alimentos ultraprocesados, a la vez que promueven dietas completas y ricas en nutrientes que favorezcan un microbioma intestinal saludable. Las políticas que regulan los aditivos alimentarios, limitan los ingredientes nocivos y mejoran la transparencia del etiquetado de los alimentos podrían ayudar a los consumidores a tomar decisiones informadas. Además, las directrices actuales de detección del cáncer podrían necesitar una revisión adicional para identificar de forma más temprana a las personas de alto riesgo. Las evaluaciones de riesgo personalizadas que consideren los hábitos alimentarios, la composición del microbioma intestinal y los marcadores de salud metabólica podrían perfeccionar las estrategias de detección temprana y mejorar los resultados.

La educación y la concienciación pública también desempeñan un papel crucial. Los profesionales sanitarios deben enfatizar la importancia de una dieta rica en fibra, la ingesta de probióticos y prebióticos, y la minimización de la exposición a alimentos procesados ​​y toxinas ambientales. Es necesario concienciar al público sobre cómo los hábitos alimentarios modernos contribuyen al riesgo de cáncer, empoderando a las personas para que tomen decisiones más saludables. Al implementar estas estrategias, tanto a nivel individual como sistémico, podemos empezar a frenar la alarmante tendencia de los cánceres de aparición temprana y mejorar los resultados de salud a largo plazo.

El aumento de los cánceres de aparición temprana señala un cambio crucial en el panorama de la salud pública. Si bien la genética puede influir, el rápido aumento de casos sugiere que factores ambientales y de estilo de vida, como los patrones alimentarios y las alteraciones del microbioma intestinal, son los principales impulsores de esta preocupante tendencia.

Nos encontramos en un momento crucial para comprender cómo el entorno alimentario moderno interactúa con la biología humana e influye en el riesgo de cáncer. Al cambiar los patrones alimentarios, promover la salud del microbioma y reevaluar las estrategias de detección, tenemos la oportunidad de modificar la trayectoria de las tendencias del cáncer en las generaciones más jóvenes.

Los próximos pasos requieren la acción de investigadores, profesionales sanitarios, legisladores y particulares. Comprender y mitigar estos riesgos hoy podría significar menos diagnósticos y mejores resultados de salud para las generaciones futuras.

Este  artículo fue publicado originariamente por https://www.thenewlede.org/.Lea el original.