En septiembre de 2021 la Unión Europea creó, sin discusión parlamentaria rigurosa ni referéndum ciudadano, la Health Emergency Preparedness and Response Authority (HERA), una estructura con enormes poderes extralegislativos en materia sanitaria. HERA nació como respuesta a las carencias evidenciadas durante la crisis del COVID-19, pretendiendo garantizar que Europa esté preparada para futuras pandemias. Sin embargo, su creación representa un paso decisivo hacia una gestión sanitaria tecnocrática, fuera del imperio democrático y con alcances difíciles de controlar.
HERA, adscrita a la Comisión Europea desde su fundación el 16 de septiembre de 2021 , acumula una triple función: anticipar amenazas mediante sistemas de inteligencia sanitaria, diseñar y coordinar la producción y adquisición de vacunas, tratamientos y equipos, y gestionar reservas estratégicas de fármacos y dispositivos médicos Su presupuesto superó los 1.300 millones de euros en 2022, provenientes de fondos como EU4Health, Horizon Europe y rescEU, lo que refuerza su capacidad operativa sin necesidad de nuevos impuestos ni ratificación legislativa directa.
Aunque se señala como un instrumento clave dentro de la European Health Union, su estatus como dirección general de la Comisión, en lugar de agencia independiente con control parlamentario, le otorga margen para ejercer decisiones sobre quién produce, distribuye y financia las “contramedidas médicas”. Esto implica, entre otros, la capacidad de iniciar compras conjuntas, firmar memorandos con la industria y activar reservas de emergencia sin debate público previo. No está sujeta a supervisión directa del Parlamento ni a consulta ciudadana, lo que convierte su mandato en un ejemplo palpable de poder simbiótico entre el Ejecutivo y la tecnocracia sanitaria.
Las consecuencias de este modelo emergen cuando comparamos a HERA con su homóloga norteamericana, BARDA. En Estados Unidos, la Biomedical Advanced Research and Development Authority opera dentro de un marco público-privado, pero con mayores márgenes de control legislativo. En la UE, sin embargo, HERA actúa en un contexto legal difuso, donde su capacidad normativa y operativa supera con creces la transparencia institucional.
Tal como advierte un análisis del think tank CEPS, su configuración actual representa un caso clásico de ‘failing forward’: se crea una solución rápida post-pandemia sin una revisión profunda de las competencias y la gobernanza, lo que deja abierto un margen amplio para su evolución futura hacia mayor integración supranacional . En otras palabras, HERA podría convertirse en la base de una autoridad sanitaria europea con poder de intervención permanente, en lugar de una entidad extraordinaria ligada a crisis específicas.
A pesar de su naturaleza controvertida, HERA ha comenzado a desplegar tareas efectivas: ha coordinado adquisiciones masivas de antivirales aprobados, potenciado cadenas industrializadas de vacunas y ha fortalecido la cooperación con la EMA y el ECDC . Sin embargo, esto plantea una cuestión esencial: ¿bajo qué mandato democrático opera este entramado de decisión y compra? Quienes alertan sobre su auge recuerdan que, siendo herramientas “necesarias”, su velocidad de creación y alcance contrastan con la limitada fiscalización institucional .
Mientras tanto, el Parlamento Europeo y consejeros estatales han reclamado un papel mayor en la supervisión de HERA. Grupos como Renew Europe y S&D han exigido que los fondos, las decisiones de adquisición y los contratos con la industria queden sometidos a debate público y auditoría previa. De no avanzar en ese sentido, terminaremos con una autoridad de facto, no solo para emergencias, sino para la gestión permanente de la salud pública europea, sin legitimidad popular.
La creación de HERA encarna una contradicción central: combina eficiencia operativa y recursos amplios con déficit democrático y opacidad institucional. Detrás del discurso de la “resiliencia europea” se oculta una transferencia continua de soberanía sanitaria a un organismo multidimensional, tecnocrático y poco transparente. ¿Puede una democracia asumir este tipo de gestión sin debate ni control? Si Europa decide avanzar con la European Health Union, es imprescindible que esa transformación venga acompañada de canales claros de rendición de cuentas, mecanismos de participación ciudadana y revisión legislativa, o estaremos construyendo una autoridad sanitaria poderosa… que nadie votó.