Ganar tiempo: El pueblo empobrecido contra la élite metacapitalista

Ante una crisis coyuntural sin precedentes, en la que los principales bloques geoestratégicos apuntan a reestructurar las bases de la economía mundial, mientras estamos sometidos a un férreo control de restricciones personales y censura, cuando la imposición de una vacuna experimental sin garantías se cierne sobre millones de personas como una amenaza, muchos ciudadanos observan los acontecimientos con estupefacción, confundidos ante la imprevisibilidad de la nueva normalidad impuesta.

En este clima de efervescencia social, los llamamientos de la casta política a la “responsabilidad”, la “unidad nacional” y a “remar todos en la misma dirección”, suponen un burdo intento de las élites gobernantes para propagar un discurso basado en la aceptación y la obediencia, con el fin de cimentar una base ideológica que les permita llevar a término la agenda globalista con la menor oposición social movilizada.

El Gobierno y el parlamento en su conjunto se han convertido en los títeres de las élites económicas e instituciones farmacéuticas. Un entreguismo cobarde con el que España renuncia a su soberanía nacional dentro de una Europa dependiente y sin músculo económico. La casta política, a través de medios de comunicación públicos y privados, generosamente financiados por el Estado y mediante un Ministerio de la verdad censor institucionalizado a través de las agencias de Fact checking, pretende inocular en la ciudadanía el consentimiento de un permanente estado de excepción, conscientes de que sus filtros son cada vez más estrechos. El poder es muy consciente del riesgo, una explosión revolucionaria que adquiera tintes hegemónicos puede dar al traste con sus pretensiones de dominación.

El poder es muy consciente del riesgo, una explosión revolucionaria que adquiera tintes hegemónicos puede dar al traste con sus pretensiones de dominación.

En este momento de inflexión histórica donde los acontecimientos suceden a una velocidad vertiginosa, estamos presos de un entorno cambiante, rodeados de información acelerada, frenética e imputs constantes difíciles de asimilar. Navegamos entre discursos parciales e información desestructurada en un entorno de caos informativo. Nunca tuvimos tanta información, nunca supimos tan poco.

Dentro de esta espiral surgen elementos disidentes que tratan de desarrollar iniciativas para elevar a la opinión pública su indignación, mientras los censores desvirtúan la escena. Superar la dificultad de proyectar un discurso unificado que encierre toda la complejidad de los acontecimientos y resulte accesible a las masas, superando las limitaciones consustanciales al estado de censura y control, es una cuestión de vital importancia. Se hacen muy necesarios espacios de liderazgo colectivo capaces de trasformar la indignación popular en una revolución ciudadana capaz de movilizar a la mayoría social.

Algunos youtubers que fueron elevados a líderes de la disidencia en el pasado, hoy abrazan el status quo, mimetizándose con los lineamientos de la agenda global y actuando como dique de contención del descontento más que como catalizador. Algunos disidentes aparecen hoy aconsejándonos una vacuna experimental jamás probada en humanos y otros, simplemente, se dedican a jugar a las casitas en el umbral de lo políticamente aceptable, desviando la atención de la verdadera problemática actual. 

No podemos ser más críticos con estas actitudes entreguistas, toda vez que suponen un formidable balón de oxígeno para una clase política que avanza inexorablemente hacia un callejón sin salida, sin apenas apoyo extraparlamentario movilizado y una base social que se divorcia a pasos agigantados de sus representantes. Estructuras egocéntricas cuya única tabla de salvación consiste en mantener el orden social represivo hasta el próximo periodo electoral, para dar un ligero barniz democrático a la dictadura sanitaria. Frente a esta evidencia, apostar por el abstencionismo como el bálsamo de fielabrás que  transformará el sistema de manera espontánea es ridículo. El escenario es una dictadura sanitaria, no lo olvidemos.

Los que hacemos activismo por la libertad, la justicia y la democracia debemos unificar nuestras plataformas y colectivos en un canalizador común del descontento popular, asumiendo la enorme complejidad del terreno de juego. Sabemos que debemos perfilar una línea de actuación conjunta en las reivindicaciones fundamentales,  donde confluyan criterios de análisis, métodos de acción y elaboración de propuestas capaces de constituirse en alternativa.

Para alcanzar objetivos debemos aparcar las visiones almibaradas acerca de la conciencia colectiva. El nuevo tejido social emergente tiene una composición más heterogénea y variada que en otros momentos precedentes. El tablero político-mediático se encuentra configurado previamente por el antagonista histórico, un contexto adverso para contener los movimientos contestatarios que, por ahora, se mantienen en tensa latencia, entre la guerra mediática y el control social, una táctica de desgaste encaminada a fagocitar los movimientos disidentes y hacer descarrilar toda expresión de disconformidad social organizada.

Sin embargo, la pluralidad y profusión de matices coexistentes en todo movimiento social organizado, es mucho más dinámica y dúctil de lo que a menudo las élites del poder son capaces de valorar. Son las contingencias históricas de cada tiempo las que condicionan la evolución de los movimientos sociales y no viceversa, pues estas no responden a patrones teóricos sino a la fuerza viva y el aprendizaje adquirido por las masas a través de su experiencia.

Sin embargo, la pluralidad y profusión de matices coexistentes en todo movimiento social organizado, es mucho más dinámica y dúctil de lo que a menudo las élites del poder son capaces de valorar.

Está naciendo una oposición organizada a nivel mundial contra la dictadura sanitaria. Durante los últimos meses se han creado numerosas plataformas, espacios de opinión y medios de difusión con objetivos comunes. Colectivos dispuestos a desafiar al Gobierno y al Estado mediante la organización, el debate y la movilización. De hecho, estos colectivos han estrechado lazos entre sí, contactando con colectivos internacionales que trabajan en la misma dirección, buscando espacios de visibilidad para los contenidos censurados.

Es posible es un estallido social, aún desconociendo su potencial, pues los procesos sociales ni se detienen ni son predecibles. Que las oligarquías económicas estén creando un proscenio estructural macro-global para instaurar un nuevo Orden Mundial propicia una lógica social insólita, imposible de comprender exclusivamente desde la lógica de la lucha de clases u otros paradigmas precedentes. Alumbra una polarización mundial creciente donde los privilegiados cada vez serán menos y los damnificados aumentarán exponencialmente. La ciudadanía, cada vez más despierta y consciente, construye una nueva trinchera con las herramientas que el nuevo escenario conforma. En esta ocasión, los de abajo contra los de arriba, la mayoría social contra las élites de poder que pretenden imponer un nuevo sistema basado en el control social más absoluto.

La ciudadanía, cada vez más despierta y consciente, construye una nueva trinchera con las herramientas que el nuevo escenario conforma. En esta ocasión, los de abajo contra los de arriba, la mayoría social contra las élites de poder que pretenden imponer un nuevo sistema basado en el control social más absoluto.

Es el momento, sin duda, de traer a tierra y concentrar todas las iniciativas ciudadanas, otorgándoles una expresión práctica e instrumental  que actúe contra las élites culturales reformistas que pretenden desactivar nuestros movimientos contestatarios y rebeldes. El pueblo dice BASTA A LA TIRANÍA.

J.S & I.B