En diversas partes del mundo, las manifestaciones han sido un mecanismo fundamental a través del cual los ciudadanos expresan sus inquietudes y exigen el respeto a sus derechos. A lo largo de la historia, los manifestantes han jugado un papel crucial en la transformación social, abogando por la justicia, la igualdad y la libertad. En situaciones de gobierno tiránico, como se ha demostrado tras los sucesivos estados de alarma inconstitucionales, la defensa de los derechos se convierte en una lucha aún más ardua.
En el contexto donde los gobiernos se han mostrado autoritarios, estableciendo una dictadura sanitaria a nivel mundial, en base a desinformar a la ciudadanía, la vulneración de los derechos fundamentales se convierte en una práctica habitual. Las decisiones tomadas por estos regímenes carecieron de fundamentos científicos y se basaron en criterios arbitrarios que afectan negativamente a la población. Un ejemplo fueron las mascarillas, cuyo uso no tenía base científica. En tales escenarios, la integridad física de las personas también se encuentra en riesgo, ya que la represión puede tomar formas violentas y abusivas.
Además, en regímenes dictatoriales, la prensa a menudo se alinea con el poder establecido, convirtiéndose en un instrumento de propaganda en lugar de un órgano de fiscalización y crítica. Nos acostumbramos a ver manifestaciones de odios hacia quienes se plantearon cuestionar el relato oficial. La falta de debate científico y la ausencia de discusión pública reflejan la falta de transparencia y la manipulación de la información. Las personas que se atreven a manifestarse en contra de estas injusticias suelen ser ridiculizadas y silenciadas, lo que dificulta aún más la visibilidad de sus demandas y la lucha por la justicia. Con el fin de desacreditar el discurso alternativo, se acuño la palabra “negacionista”, en la que se encasillaba a todo el mundo critico con las medias adoptadas.
A pesar de estos desafíos, los ciudadanos críticos persistieron en su lucha, impulsados por la convicción de que su causa es justa. Poco a poco, pasados cinco años, la verdad comienza a salir a la luz, y el esfuerzo colectivo de aquellos que se atreven a alzar su voz empieza a desentrañar las realidades ocultas por la opresión y el control. Los ejemplos son muchos, como el informe final del Subcomité Selecto sobre la Pandemia del Coronavirus de Estados Unidos.
La resistencia pacífica y la persistencia de los ciudadanos son esenciales para desafiar las injusticias y trabajar hacia un futuro más equitativo y respetuoso de los derechos humanos. Debemos recordar lo ocurrido para que no vuelva a suceder.