La Peste Negra, supuestamente causada por una variante de Yersinia pestis, es considerada la pandemia más mortífera en la historia de la humanidad; presentó una mortalidad del 80% y se cobró alrededor de 200 millones de víctimas.
25 millones de personas fallecieron en Europa, aproximadamente entre el 30 % y el 60 % de la población. De 40 a 60 millones en África y Asia. Se repitió hasta 1490, matando finalmente a unos 200 millones de personas. En Florencia, sobrevivió un quinto de la población, en Alemania falleció uno de cada diez habitantes.
Los síntomas aparecían de forma brusca y repentina. Una persona estaba sana por la mañana, le subía fiebre por encima de los 40 ºC por la tarde, y moría al llegar la noche. Los infectados padecían fiebre, tos y esputos asangunolentos, sangrado por nariz, sed aguda, manchas en la piel, aparición de bubones en axilas, ingles o cuello que se rompían liberando líquido de olor pestilente (5) y gangrena en la punta de la extremidades.
Sin embargo, la comunidad judía no se estuvo afectada por esta epidemia. En los guetos donde permanecían los hebreos no entraba esta enfermedad que había viajado por medio mundo y que, supuestamente, se contagiaba con facilidad a través de las pulgas y las ratas.
Existe una teoría relativamente convincente sobre la ausencia de la peste negra en la comunidad Judía: bañarse en honor al Shabat. Si bien es cierto que la práctica común de la higiene podía prevenir la expansión de la epidemia, también son numerosos los testimonios de la época que confirmarían la participación de los judíos en la expansión de la enfermedad, a través de la contaminación de los pozos y ríos con cadáveres de enfermos.
El envenenamiento de pozos (Guerra biológica en la edad media)
El envenenamiento de pozos ha sido documentado históricamente como una estrategia de guerra. Se utilizó de dos maneras: ofensivamente (como táctica de terror para desorganizar y despoblar un área objetivo) y defensivamente (como táctica de tierra quemada para privar a un ejército invasor de fuentes de agua limpia). La forma más común empleada fue arrojando cadáveres putrefactos (tanto humanos como de animales) a los pozos. Por lo general, se utilizaban cuerpos de personas que hubieran fallecido de infecciones comunes de la era pre-moderna, tales como la peste bubónica o la tuberculosis, lo que acarreaba consecuencias similares a la de una guerra biológica.
Raimundo Martí, fraile dominico, teólogo, orientalista catalán (1220); en su obra principal, “Pugio fidei Christianae” (1278), escrita en latín y hebreo, recurre a las escrituras hebreas y a antiguos escritos rabínicos para probar la verdad del cristianismo contra los judíos. En su Capistrum Judaeorum, se encargó de las traducciones del libro sagrado del Talmud desde el hebreo, y descubrió las blasfemias y el odio que los judíos manifestaban hacia los cristianos en sus escrituras sagradas lo que invitaría a los hebreos a dañar la salud del pueblo cristiano como parte de su redención.
En 1321 estalló en diferentes lugares de la península acusaciones sobre los judíos de haber contaminado las aguas de los ríos con cadáveres de leprosos para extender la enfermedad. Se señaló al rey de Granada, que habría pagado a los judíos grandes sumas de dinero para que realizaran tan abominable tarea.
En 1348, la respuesta de las comunidades cristianas europeas a la grave epidemia de Peste Negra fue que los judíos habían envenenado nuevamente las aguas por lo que se renovaron de nuevo las persecuciones ese mismo año y parte del siguiente -entre 1348 y 1349. En Aragón, se produjeron ataques de gran amplitud contra las aljamas de Barcelona, Cervera y Tárrega; pues corrió el rumor que los judíos habían transmitido la enfermedad a través del envenenamiento del agua de los pozos.
Desde el año 1349 hay constancia de persecuciones y quema de judíos en Estrasburgo (Francia) y hasta en Brandeburgo (Alemania), en aquella misma década, llegó a legislarse una ley por la cual se facultaba a los ciudadanos a denunciar a sus vecinos hebreos si sospechaban de estos realizaban atentados contra la salud humana.
En el último cuarto del siglo XIV, se siguieron atacando a los barrios judíos, como en Francia entre 1380 y 1382, y el de Praga en 1389. Los hebreos fueron definitivamente expulsados de territorio francés en 1394.
Francisco de Quevedo escribió en 1633 al rey Alfonso X el Sabio de Castilla y León, su memorial «Execración contra los judíos», a raíz de unos carteles aparecidos por todo Madrid que fueron atribuidos a los judíos, donde se daban loas a la ley de Moises y muerte a la de Cristo:
Las causas que obligaron a los progenitores de V.M. a limpiar de tan mala generación estos reinos se leen en todos los libros que doctísimamente escribieron varones grandes en defensa de los estatutos, iglesias y colegios y órdenes militares. No las callan las historias propias y estranjeras. Vulgar es, y de pocos ignorado, el papel que declara la causa de la postrera expulsión; y con él anda el consejo de los malos judíos, príncipes de la Sinagoga de Constantinopla, dieron a los que les avisaron desde España del destierro y castigos que padecían. Consejo tan habitado de veneno que inficiona leerle y molesta ver con cuánta maña le supieron ejecutar.
Pónele a la letra en español el doctgor Ignacio del Villar Maldonado, doctísimo jurisconsulto, en su libro impreso cuyo título es «Silva responsorum iuris» (…) Referiré a V.M. una cláusula dél:
«Y pues decías que los dichos cristianos os quitan vuestras haciendas, haced vuestros hijos abogados y mercaderes, y quitarles han ellos a los suyos sus haciendas. Y pues decís que os quitan las vidas, haced vuestros hijos médicos y cirujanos y boticarios, y quitarles han ellos a sus hijos y descendientes las suyas. Y pues decís que los dichos cristianos os han violado y profanado vuestras ceremonias y sinagogas, haced vuestros hijos clérigos, los cuales con facilitad podrán violar sus templos y profanar sus sacramentos y sacrificios.»(3)
Yo, Señor, no estoy tan cierto de que les diesen este consejo los judíos de Constantinopla a los de España (…) Si se toma la disposición a la salud y a las vidas, más vidas nos cuestan sus medicinas y sus recetas que las batallas. Un médico fue causa de la postrera expulsión. Era judío y traía en lo hueco de una poma de oro un retrato suyo pisando con los pies la cara de un crucifijo. Y en el propio libro y párrafo citado, cuenta el doctor Ignacio del Villar Maldonado de otro médico judío que se le averiguó haber muerto más de trescientas personas con medicinas adulteradas y venenosas, y que, todas las veces que entraba en su casa cuando volvió de asesinar los enfermos, le decía su mujer, que era como él judía: «Bien venga el vengador»; a que el judío médico respondía, alzando la mano cerrada del brazo derecho: «Venga y vengará.» Y de estas historias de médicos judíos que han vendido por dinero la peste a los cristianos, están llenos los libros y las historias y los autos de la Inquisición. Y hoy, Señor, en Madrid son muchos los médicos y oficiales de botica los que hay portugueses de esta maldita y nefanda nación; y son infinitos lo que andan peleando, con achaque de curar, por todos los reinos, y cada día el Santo Oficio los lleva de las mulas al brasero. (…)
Los movimientos antijudíos del siglo XIV en la Península Ibérica. Los asaltos de 1391
https://cobcm.net/blogcobcm/2020/09/15/epidemias-y-pandemias-historia-2/
http://www.bne.es/export/sites/BNWEB1/es/Micrositios/Exposiciones/Biblias/resources/img/Obra47.pdf
El pasado judío en los reinos medievales hispánicos
https://ec.aciprensa.com/wiki/Raimundo_Mart%C3%AD