Del “Holocausto” al “Holocuento”
De ser cierta la cifra del holocausto (exterminio de 6 millones de judíos), absolutamente todos los judíos muertos durante la segunda guerra mundial hubieran perecido “gaseados en los campos de concentración”. Es decir, ningún judío hubiera fallecido de fiebre tifoidea, ni por los bombardeos aliados, ni por causas naturales y, en ese periodo, no hubiera nacido ningún judío en ninguna parte del mundo (recordemos que aproximadamente la mitad de la comunidad judía vivía entre EEUU y Gran Bretaña) y, aún así, nos faltarían miles de judíos para llegar a los 6 millones que supuestamente fallecieron en el holocausto.
A partir de 1989, es decir – 44 años después de la liberación de Auschwitz- se inició una disputa internacional sobre el número real de víctimas que habían muerto en los campos de concentración. A raíz de esta disputa, se formó una comisión de investigación para encontrar un número más aceptable de víctimas. Cuando esta comisión publicó sus resultados en el verano de 1990, fue ampliamente distribuido por los medios internacionales. Se instalaron nuevas placas conmemorativas en Auschwitz en 1995, alegando un recuento de víctimas “final” de 1,5 millones. Los propios gestores de Auschwitz finalmente admitían que la cifra de los seis millones fue un engaño sostenido por décadas, dando parte de razón al revisionismo histórico. “Parte de razón” porque este veredicto “final” no puso fin a la controversia sobre el número real de muertos en Auschwitz. En 1993 y 1994,el farmacéutico francésJean-Claude Pressac, redujo esta cifra a 700.000 y así sucesivamente han ido menguando los muertos, obviando la consideración de que muchos de estos muertos perecieron de fiebre tifoidea en los mismos hospitales habilitados en los campos de concentración .
David Cole, es un judío ateo estadounidense que adquirió gran notoriedad en 1992 por su colaboración dentro del revisionismo del Holocausto. Por aquel entonces visitó el campo de concentración de Auschwitz y realizó un vídeo documental. En éste, el encargado del Museo de Auschwitz Franciszek Piper, admite que la cámara de gas que se presentaba al público como evidencia del Holocausto, fue construida después de la guerra por los soviéticos, hecho que a partir de entonces se acepta públicamente.
Tras su investigación y descubrimiento, David Cole fue acosado por la Liga de Defensa Judía, una organización clasificada como terrorista por el FBI y que no podía tolerar la existencia de un judío revisionista. Fue agredido físicamente y recibió amenazas de muerte anónimas en forma constante, dirigidas contra él y su familia.
El Informe Rudolf termina por confirmar los hallazgos que anteriormente había realizado Leuchter sobre las supuestas cámaras gas de Polonia (duchas), donde no se habría encontrado Zyclon B para demostrar que efectivamente se usara en esas estancias. No así en las lavanderías, donde la cantidad de Zyclon B encontrado en las paredes determinaría que su uso fue, definitivamente, como desinfectante contra el tifus.
Las enormes contradicciones entre los primeros informadores sobre la realidad de los campos de concentración alemanes, donde las propias fotografías de los presos y las instalaciones nos mostrarían un campo de trabajo que ofrecería un trato excepcionalmente digno para sus presos (hospitales, guarderías, canchas de fútbol, piscinas…), impactan con el relato oficial de unos sanguinarios campos de exterminio.
El relato oficial de los campos de exterminio está escrito por una única persona, el judío Rudolf Vrba que, unos meses después de ser liberado de Auschwitz, Birkenau (campo anejo a Auschwitz) relataría a “War Refugee Board” las atrocidades de los campos de exterminio alemanes. En noviembre de 1944, este testimonio aislado, pasaría a la historia como la verdad oficial del Holocausto, gracias al sello de Henry Morgenthau Jr, secretario del tesoro, que iba a hacerse célebre por el Plan Morgenthau, un plan concebido para el aniquilamiento físico, después de la guerra, de millones de alemanes.
Según las tesis revisionistas, no solamente no ha existido ni una orden, ni un plan, ni el menor indicio de una instrucción o de un presupuesto para esta vasta empresa que habría sido el exterminio sistemático de los judíos; no solamente no existe ni un informe de autopsia que establezca la muerte de un detenido por un gas venenoso, ni un peritaje oficial del arma del crimen, sino que tampoco existe ningún testigo de las cámaras de gas a pesar de lo que algunos autores de best-sellers querrían hacernos creer.
6 millones de judíos
Según la biblioteca virtual judía, el medio oficial estadístico de la comunidad judía, la población judía mundial pasó de 16.728.000 en 1939 a 11.000.000 en 1945, esta diferencia de 5,7 millones de judíos menos, según los propios medios oficiales.
De ser cierta la cifra del holocausto (exterminio de 6 millones de judíos), absolutamente todos los judíos muertos durante la segunda guerra mundial hubieran perecido “gaseados en los campos de concentración”. Es decir, ningún judío hubiera fallecido de fiebre tifoidea, ni por los bombardeos aliados, ni por causas naturales y, en ese periodo, no hubiera nacido ningún judío en ninguna parte del mundo (recordemos que aproximadamente la mitad de la comunidad judía vivía entre EEUU y Gran Bretaña) y, aún así, nos faltarían miles de judíos para llegar a los 6 millones que supuestamente fallecieron en el holocausto:
https://www.jewishvirtuallibrary.org/jewish-population-of-the-world
Baile de cifras en Auschwitz, de 4 millones a medio millón.
A partir de 1989, es decir, 44 años después de la liberación de Auschwitz, se inició una disputa internacional sobre el número real de víctimas que habían muerto en los campos. de concentración.
Durante 44 años, las autoridades polacas y con ellas la mayoría de los medios de comunicación del mundo venían afirmando que allí habían muerto unos cuatro millones de reclusos, pero en 1989 cambiaron repentinamente de opinión y redujeron drásticamente esta cifra. Como consecuencia, las placas conmemorativas que se exhiben en el campo de Auschwitz-Birkenau fueron retiradas en 1990, lo que había propagado la cifra de cuatro millones en muchos idiomas.
A raíz de esta disputa, se formó una comisión de investigación para encontrar un número más aceptable de víctimas. Cuando esta comisión publicó sus resultados en el verano de 1990, fue ampliamente distribuido por los medios internacionales. Se instalaron nuevas placas conmemorativas en Auschwitz en 1995, alegando un presunto recuento de víctimas “final”. de 1,5 millones.
Sin embargo, este veredicto “final” no puso fin a la controversia sobre el número real de muertos en Auschwitz. En 1993 y 1994, el farmacéutico francés Jean-Claude Pressac, redujo esta cifra dos veces, primero a 800.000 y luego a 700.000.
La siguiente reducción a unos 550.000 fue seguida en mayo de 2002 por Fritjof Meyer, un destacado periodista de la revista de noticias más grande de Alemania, el izquierdista Der Spiegel.
David Cole, el judío que dejó en evidencia la mentira del holocausto
Los máximos responsables del museo Auschwitz admitieron que “las cámaras de gas” se modificaron después de la guerra.
David Cole (1968, Los Ángeles, Estados Unidos), también conocido como David Stern, es un judío ateo estadounidense que adquirió gran notoriedad en 1992 por su colaboración dentro del revisionismo del Holocausto. Por aquel entonces visitó el campo de concentración de Auschwitz y realizó un vídeo documental. En éste, el encargado del Museo de Auschwitz Franciszek Piper, admite que la cámara de gas que se presentaba al público como evidencia del Holocausto, fue construida después de la guerra por los soviéticos, hecho que a partir de entonces se acepta públicamente. Asimismo analizó el resto del material exhibido en el museo y sugirió una explicación razonable a cada pieza de evidencia.
A partir de ese momento fue acosado por la Liga de Defensa Judía, una organización clasificada como terrorista por el FBI y que no podía tolerar la existencia de un judío revisionista. Fue agredido físicamente y recibió amenazas de muerte anónimas en forma constante, dirigidas contra él y su familia. Cole tuvo que cambiar su apellido a Stern y se mantuvo en el anonimato y en paradero desconocido durante más de tres años.
Investigaciones de Fred A.Leuchter y Germar Rudolf
En la década de los 80s, la investigación conducida por Fred A. Leuchter de las supuestas cámaras de gas de Polonia cuestionó seriamente su uso como cámaras homicidas. Sin embargo, los hallazgos de Leuchter fueron desestimados por el Lobby judío ya que este no poseía la correspondiente licencia de ingeniero. No fue hasta la década de los 90s cuando el licenciado en química Germar Rudolf, a punto de graduarse como doctor, lleva adelante su propia investigación que se conoce bajo el nombre de Informe Rudolf. Esta termina por confirmar los hallazgos de Leuchter en el sentido de que las presuntas cámaras de gas de Polonia no fueron utilizadas para el exterminio de la manera descrita por la historia oficial. El informe no ha podido ser refutado científicamente, por lo cual las autoridades alemanas optaron por pedir la extradición de Rudolf y encarcelarlo. El principal pretexto esgrimido por los fiscales fue que el resultado su investigación no coincide con la verdad del Holocausto, establecida por ley.
En 1992, David Cole apareció junto con el historiador Mark Weber en el Show de Montel Williams. Sus consistentes argumentos racionales fueron confrontados con el argumento emocional de los testimonios de sobrevivientes.
Weber dijo que constituía un trato preferencial hacia los judíos el establecer un Museo del Holocausto con fondos públicos, mientras que no existe un museo homónimo dedicado por ejemplo al exterminio indígena en EE.UU. o a los esclavos negros. Sostiene que hablando de otros grupos étnicos y sus pérdidas en la Segunda Guerra Mundial tan solo los chinos se calcula que tuvieron 20 millones de bajas y pregunta “¿quién se acuerda de ellos?” y “¿a quién le importa?“. En una escena atípica para los programas televisivos estadounidenses, y ante el victimismo judío, un espectador negro se levanta indignado y le recuerda a estos que fueron empresarios y barcos judíos los que trajeron a los esclavos negros a América, lo cual desató el aplauso del público.
Las fotografías de los campos de concentración que nunca vieron la luz
La realidad de los hechos
Los soviéticos ocuparon Auschwitz el 27 de enero de 1945. Lo que descubrieron era totalmente lo contrario a lo que propalaba la propaganda. Se puede decir que se quedaron boquiabiertos. Por su organización misma y por sus instalaciones sanitarias, tan modernas a los ojos de los soviéticos, este campo era todo lo contrario de un “campo de exterminio”.
También durante varios días, Pravda permaneció silencioso y, en ese momento, ninguna comisión de investigación aliada fue invitada a ir para constatar sobre el terreno la verdad de Auschwitz. Por fin, el 1 de febrero, Pravda salió de su silencio. No fue más que para poner en la boca de un prisionero, y de uno solo, las palabras siguientes: “Los hitlerianos mataban por medio de gas a los niños, a los enfermos, así como a los hombres y mujeres no aptos para el trabajo. Incineraban los cadáveres en hornos especiales. En el campo había doce de estos hornos”.
Se añadía que el número de muertos se evaluaba en “millares y millares” y no en millones. Al día siguiente, el gran reportero oficial del diario, el judío Boris Polevoi, afirmó que el medio esencial utilizado por los alemanes para exterminar a sus víctimas era… la electricidad.
“Se utilizaba una cadena eléctrica donde centenares de personas eran muertas simultáneamente por una corriente eléctrica; los cadáveres caían sobre una cinta lentamente movida por una cadena y avanzaban hacia un alto horno”.
La propaganda soviética estaba desconcertada y pudo mostrar solamente en sus películas las personas muertas o moribundas que los alemanes, en retirada, habían dejado sobre el terreno. Había también, como muestran los noticiarios de la época sobre la liberación del campo, numerosos niños vivos así como adultos con buena salud.
Condiciones físicas de los presos en el momento de su liberación
La propaganda judía vino entonces en socorro de la propaganda soviética.
En la primavera de 1944, dos judíos liberados de Auschwitz comenzaron a poner a punto una historia de los campos de Auschwitz, de Birkenau (campo anejo a Auschwitz) y de Majdanek, descritos por ellos como “campos de exterminio”. El más conocido de estos judíos era Rudolf Vrba, su testimonio tomó la forma de un informe mecanografiado publicado por el “War Refugee Board”. En noviembre de 1944, este testimonio aislado, pasaría a la historia como la verdad oficial del Holocausto, gracias al sello de Henry Morgenthau Jr, secretario del tesoro, que iba a hacerse célebre por el Plan Morgenthau, un plan concebido para el aniquilamiento físico, después de la guerra, de millones de alemanes.
El “War Refugee Board” informe sirvió de matriz a la “verdad” oficial de Auschwitz. Los soviéticos se inspiraron en él para su documento URSS-008 del 6 de mayo de 1945 al que, en los Procesos de Núremberg, se catalogó como “de valor autentico” e indiscutible. Según este documento, los alemanes habían matado en Auschwitz a más de 4.000.000 de personas, especialmente gaseándolas con el insecticida llamado “Zyklon B”.
Como se demostraría más adelante, el gas insecticida ZyklonB se habría estado utilizando para la desinfección de la ropa como medida de prevención para la propagación del tifus. De hecho, similares cantidades de este insecticida se habrían localizado en campos de concentración donde no hubieran existido cámaras de gas.
En 1988, el historiador judío americano Arno Mayer, que afirmaba creer en el genocidio y en las cámaras de gas, escribía: “Las fuentes sobre el estudio de las cámaras de gas son, al mismo tiempo, escasas y no fiables… Además, de 1942 a 1945, ciertamente en Auschwitz, pero probablemente también en todas partes, las causas llamadas ‘naturales’ mataron más judíos que las causas ‘no naturales'” -subalimentacion, enfermedades, epidemias, agotamiento.
En La Nuit, (1958) testimonio autobiográfico, el prisionero de Auschwitz Elie Wiesel cuenta como, en enero de 1945, los alemanes le dejaron escoger, así como a su padre, entre esperar a los soviéticos sobre el terreno o partir hacia el corazón de Alemania. Tras madura reflexión, decidieron huir con sus “exterminadores” alemanes antes que esperar a sus liberadores soviéticos. El autor no menciona ni una sola vez las cámaras de gas de Auschwitz.
En apoyo de su tesis, los revisionistas disponen de tres peritajes diferentes (Fred A. Leuchter, G. Rudolf, W. Luftl) e incluso del comienzo de un peritaje polaco; mientras que los exterminacionistas no osan emprender un peritaje del arma del crimen. Todos los supervivientes judíos de Auschwitz y, en particular, los “niños de Auschwitz”, es decir, aquellos que nacieron en el campo o que vivieron allí sus primeros años, son pruebas vivientes de que Auschwitz no pudo ser nunca un campo de exterminio.
No solamente no ha existido ni una orden, ni un plan, ni el menor indicio de una instrucción o de un presupuesto para esta vasta empresa que habría sido el exterminio sistemático de los judíos; no solamente no existe ni un informe de autopsia que establezca la muerte de un detenido por un gas venenoso, ni un peritaje oficial del arma del crimen, sino que tampoco existe ningún testigo de las cámaras de gas a pesar de lo que algunos autores de best-sellers querrían hacernos creer. El revisionismo histórico es la gran aventura intelectual del fin de siglo.
Solamente lamento una cosa: no poder, dentro de los límites de este artículo, encontrar el lugar necesario para rendir homenaje a los cien autores revisionistas que, desde el francés Paul Rassinier y pasando por el americano Arthur R. Butz, el alemán Wilhelm Staglich, el italiano Carlo Mattogno y el español Enrique Aynat, han acumulado sobre la realidad histórica de la Segunda Guerra Mundial tantos trabajos de mérito manifiesto.
Fuentes: https://es.metapedia.org/