Berlín, años 30
El lobby financiero dirigido por hebreos, durante la República de Weimar, adquirió la propiedad de fábricas, ferrocarriles y hoteles, prensa, teatros y cinematógrafos. No más de 500 mil judíos se hicieron con el control total de Alemania, dejando a 66 millones de alemanes bajo un régimen de explotación.
La minoría de alemanes que conseguían ser propietarios, estaban supeditados a la banca sionista del país, que a través de la usura mantenía el control financiero y la riqueza en sus manos.
La judeización de Alemania fue narrada hasta por diarios hebreos como Jeuddisches Echo (diario judío de Munich ) que en noviembre de 1918 publicó: “Hay un exceso de judíos en el gobierno”. El ministro de guerra y judío austríaco F. Deutsch, también escribiría en el diario “Kampf“: “Ahora estamos nosotros los hebreos arriba, ahora somos nosotros los que mandamos, nuestros sueños más fervientes se han realizado”.
En esa tesitura, con un pueblo a la deriva y bajo el control de una élite financiera claramente dominante, que suministraba una cultura basada en valores corruptos (pornografía, drogas, desarraigo y decadencia), nació el Nacional-socialismo, un movimiento político-filosófico apoyado por la gran mayoría del pueblo alemán.
Poco después de la llegada al poder de Adolf Hitler, el 24 de marzo de 1933, “Daily Express” publicaría los siguientes titulares: “Mundo judaico declara guerra a Alemania”. “Judíos de todo el mundo unidos” “Boicot de bienes Alemanes”. Es decir, el sionismo internacional había declarado la guerra a Alemania 5 años antes de que comenzara la 2ª G.M.
La llegada de los Hijos de Sión a Berlín
Miseria, usura, prostitución.
Alemania perdió la Primera Guerra Mundial, y en el Tratado de Versalles de 1919, las potencias vencedoras (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y los otros estados aliados) impusieron a la derrotada Alemania disposiciones punitivas para su territorio, milicia y economía.
De las muchas disposiciones del tratado, una de las más importantes y controvertidas estipulaba que las Potencias Centrales (Alemania y sus aliados) aceptasen toda la responsabilidad moral y material de haber causado la Primera Guerra Mundial y, bajo los términos de los artículos 231-248,2 debían: desarmarse, ceder territorio estratégico a los vencedores y pagar enormes indemnizaciones económicas a los ganadores de la contienda: 20.000 millones de marcos oro hasta el 1 de mayo de 1921, y entregas de pagos futuros por 80.000 millones más.
Alemania perdió sus colonias y, con 66 millones de habitantes, tuvo que confinar a su población en 47 mil km2 (140 personas por km2 ). Se exigió, además, la entrega de una enorme cantidad de animales, llevando a los alemanes a una situación de inenarrable de hambruna y miseria.
El marco alemán se devaluó absolutamente y los alemanes perdieron todos sus ahorros, la deuda del país era enorme y la población rural alemana pasaba hambre. Sin embargo y al mismo tiempo, los cargos públicos alemanes acaparados por la comunidad sionista, iban tejiendo las redes de la élite financiera judía.
Este lobby financiero dirigido por hebreos, durante la República de Weimar, adquirió la propiedad de fábricas, ferrocarriles y hoteles, prensa, teatros y cinematógrafos. No más de 500 mil judíos se hicieron con el control total de Alemania, dejando a 66 millones de alemanes bajo un régimen de explotación.
La minoría de alemanes que conseguían ser propietarios, estaban supeditados a la banca sionista del país, que a través de la usura mantenía el control financiero y la riqueza en sus manos.
La judeización de Alemania fue narrada hasta por diarios hebreos como Jeuddisches Echo (diario judío de Munich ) que en noviembre de 1918 publicó: “Hay un exceso de judíos en el gobierno”. El ministro de guerra y judío austríaco F. Deutsch, también escribiría en el diario “Kampf“: “Ahora estamos nosotros los hebreos arriba, ahora somos nosotros los que mandamos, nuestros sueños más fervientes se han realizado”.
Judeización de Berlín en 1932:
42% de los médicos (privados)
52% de los médicos (públicos)
45% de los directores de hospitales
35% de los dentistas
28% de los farmacéuticos
48% de los abogados
56% de los notarios
80% de los directores de teatro
Distribución del poder y control Sionista en la Alemania de los años 30
Durante los 14 años posteriores a la Primera Guerra Mundial se suicidaban una media de 44 alemanes al día, 16.000 por año. La clase media, que hasta ese entonces había sido la portadora de la cultura y las costumbres tradicionales germanas, perdió todos sus ahorros acumulados en decenas de años de duro trabajo.
En esa tesitura, con un pueblo a la deriva y bajo el control de una élite financiera claramente dominante, que suministraba una cultura basada en valores corruptos (pornografía, drogas, desarraigo y decadencia), nació el Nacional-socialismo, un movimiento político-filosófico apoyado por la gran mayoría del pueblo alemán.
Doctrina del nacional-socialismo y reacción de las élites financieras
En esencia, la filosofía nacional-socialista proclamaba que la riqueza no es oro, sino trabajo, y que todos los medios de producción y de consumo debían quedar liberados del circuito usurero de los monopolios internacionales. Esta doctrina económica se desentendía de que en el banco hubiera o no divisas o reservas de oro; emitía dinero papel, creaba una nueva fuente de trabajo, aumentaba la producción y ese mismo aumento era la garantía del dinero emitido, en otras palabras, la riqueza no era el dinero, sino el trabajo mismo.
Según la fórmula económica propuesta por el nacional-socialismo, si hay hombres aptos para trabajar y obras que realizar, no hay que preguntar por el dinero porque es el trabajo de los hombres y la producción de su obra realizada lo que tienen valor en sí mismos. El dinero vendría luego sólo como símbolo de ese valor intrínseco y verdadero.
Obviamente, las élites financieras gestoras de la usura internacional no estaban dispuestas a asumir un modelo económico tan peligroso para sus privilegios. Desde el comienzo alzaron sus voces en contra de, lo que ellos denominaron, una herejía contra la “ciencia económica”, sin embargo, esta heregía funcionaba de tal forma que, en el otoño de 1936, la desocupación en Alemania había dejado de ser un problema e inclusive se necesitaban más obreros, la calidad de vida de los ciudadanos alemanes había despegado milagrosamente y, esto ocurría, mientras Alemania carecía de oro en sus bancos y de divisas extranjeras en sus reservas.
Hitler, 10 de diciembre de 1940: “Estoy convencido de que el oro se ha vuelto un medio de opresión sobre los pueblos. No nos importa carecer de él. El oro no se come. Tenemos en cambio la fuerza productora del pueblo alemán. En los países capitalistas el pueblo existe para la economía y la economía para el capital. Entre nosotros ocurre al revés: el capital existe para la economía y la economía para el pueblo. Lo primero es el pueblo y todo lo demás son solamente medios para obtener el bien del pueblo”
El 5 de marzo de 1933 Hitler logró un hito. Con el 89% de los votos de los alemanes consiguió el porcentaje de participación y voto más alto de la historia.
El 7 de agosto de 1933, Samuel Untermeyer, presidente de la Federación Mundial Económica Judía, durante un discurso en Nueva York dijo respecto a Alemania : “Nuestra campaña consiste en el boicot contra todas sus mercancías, buques y demás servicios alemanes”.
Es importante observar cómo seis años antes de que se encontrara el falso pretexto de Polonia para lanzar al Occidente contra Alemania, ya la Federación Mundial Económica Judía le había declarado la guerra de boicot. La lucha armada fue posteriormente una ampliación de la guerra económica.
Existía una logística estructural, política y mediática del lobby con toda la influencia de las finanzas sobre las élites de poder establecidas en Inglaterra, Francia y EEUU. La influencia del lobby judío sobre las formas de gobierno heredadas de sus propias creaciones había alcanzado muy altas cotas y toda la maquinaria se activó para aplacar el modelo alemán.
El 28 de abril de 1939 Hitler habló ante el Reichstag y expuso que estaba dispuesto a olvidar los territorios perdidos y a reconocer las fronteras entonces existentes si se le permitía la comunicación con Prusia a través del Corredor Polaco. Este conciliador discurso de Hitler fue ridiculizado en la Inglaterra de Churchill que seguía hablando de “tiranía nazi”, al mismo tiempo que cortejaba a la tiranía bolchevique, mil veces peor. En marzo de 1939, Inglaterra firmó un pacto con Turquía para completar el bloqueo de Alemania.
Poco después Hitler hizo otro llamado a la Gran Bretaña:
“El pueblo alemán -dijo el 30 de enero de 1939- no siente odio alguno contra Inglaterra ni contra Francia, sino que quiere su tranquilidad y su paz, y en cambio esos pueblos son incitados constantemente contra Alemania por los agitadores judíos o no judíos. Alemania no tiene reivindicaciones territoriales que presentar a Inglaterra o Francia. Si hay tensiones hoy en Europa, hay que atribuirlas en primer término a los manejos irresponsables de una prensa sin conciencia que apenas deja pasar un día sin sembrar la intranquilidad en el mundo. Creemos que si se logra poner coto a la hostigación. Creemos que si se logra poner coto a la hostigación de la prensa y de la propaganda internacional judía, se llegará rápidamente a la inteligencia entre los pueblos. Tan sólo estos elementos esperan medrar en una guerra. Nuestras relaciones con los Estados Unidos padecen bajo una campaña de difamación, que bajo el pretexto de que Alemania amenaza la independencia o la libertad norteamericana trata de azuzar a todo un continente al servicio de manifiestos intereses políticos o financieros”.
Propaganda Sionista de odio
Entre Marzo y Julio de 1941, cuando EE.UU. todavía se mantenía formalmente neutral, el empresario y escritor judeo-estadounidense Theodore Nathan Kaufman, presidente de la “Federación Estadounidense para la Paz”, publicó en el libro titulado “Germany Must Perish!” (¡Alemania debe perecer!) un plan integral para la extinción de la nación alemana y la total erradicación del planeta de todo su pueblo” demandaba que “la población alemana, hombres y mujeres, sobrevivientes a los bombardeos aéreos, fueran esterilizados con miras a asegurar la extinción total de la raza alemana”. Un año más tarde, el autor hebreo, Maurice Leon en su libro “How Many World Wars?” escribía que los alemanes que sobrevivan a los bombardeos aéreos deberán ser vendidos: como esclavos a las colonias anglosajonas o francesas, o regalados a los rusos.
Douglas Miller, en una publicación para The New York Times aseguraba que 80 millones de alemanes eran demasiados y preconizaba una regulación de las importaciones y las exportaciones, de manera que unos cuarenta millones de alemanes perecieran de hambre ().
Paul Einzig, un sionista de nacionalidad canadiense, sostiene una posición similar en “Can we win the peace?“ (1943), exigiendo el desmembramiento de Alemania y la total demolición de su industria.
Maurice Gomberg, un judío polaco emigrado a Estados Unidos, publicó en 1942 “A New World Moral Order for Permanent Peace an Freedom” (Un nuevo orden moral mundial para la paz y la libertad permanente). En su libro dibujó un mapa de lo que sería el mundo después de la guerra. En dicho mapa, Rusia se ha anexionado media Polonia, Alemania está partida en dos trozos y también se hallan divididas Corea, Indochina y Berlín.
En 1944 otro judío, Henry Morthenthau, secretario del Tesoro del Presidente Roosevelt, elaboró contra Alemania un proyecto eminentemente destructivo, que adquiriría triste notoriedad como “Plan Morgenthau”. Dicho proyecto se encontraba parcialmente inspirado en las criminales ideas que Kaufman había planteado en su libro. Concretamente, el “plan Morgenthau” postulaba la partición geográfico-política permanente del Estado germano y la distribución de los “pedazos” resultantes entre los “Aliados”. Asimismo, se proponía el desmantelamiento total de la industria y la infraestructura alemanas, con la finalidad de acotar la economía de dicho país a unas pocas actividades de índole puramente agraria y pastoril.
Consignas Sionistas Soviéticas
Por su parte, desde la facción comunista de los “Aliados”, hacia el final de la guerra, cuando las tropas soviéticas estaban tomando Polonia y se aprestaban a invadir Alemania, el Mariscal soviético Gueorgui Zhúkov declaraba sin tapujos: “¡Muerte a los alemanes!”. Añadiendo que “esta vez aniquilaremos a la raza alemana de una vez para siempre”. Así constaba en una extensa orden del día que cayó en manos alemanas.
El periodista y escritor marxista judeo-ruso Iliá Grigórievich a cargo de la propaganda del ejército soviético, animaba por radio a las tropas del mismo, durante años, para que asesinaran indiscriminadamente a los civiles alemanes que se cruzaran en su camino y violaran a las mujeres germanas: “¡Soldados del Ejército Rojo, arrancad por la violencia el orgullo racial de las mujeres alemanas! (…) ¡Violad, destruid, matad!” (07/07/42). “Asesinad, valientes soldados del Ejercito Rojo. En Alemania, nadie es inocente. Ni los vivos ni los aún por nacer… Aplastad para siempre en sus madrigueras a las bestias fascistas. Destrozad violentamente el orgullo racial de las mujeres alemanas. Tomadlas como botín. ¡Asesinad, bravos soldados rojos!”