¿Detrás de la guerra de Ucrania se esconden los intereses de EEUU con los suministros de energía? Esta es una pregunta que se hacen varios expertos cuando los datos del mercado demuestran que Europea comprará el gas más caro y más perjudicial para el planeta mientras el gran beneficiario de todo esto es EEUU
La Unión Europea pasa de depender energéticamente de Rusia a hacerlo de Estados Unidos. Esta es la conclusión que deriva del acuerdo alcanzado entre Joe Biden y Ursula von der Leyen la pasada semana en el que el presidente de EEUU se comprometió a aumentar las exportaciones de gas natural a la Unión Europea en hasta un 67,5% hasta 2030.
Biden ha hecho un negocio redondo que además le permite ganar apoyos comunitarios en su enfrentamiento con Putin. El presidente de EE.UU escenificó su compromiso por trabajar para que la Unión Europea reduzca su dependencia del gas ruso, lo que supondrá una venta de gas valorada en más de 140.000 millones de euros para las arcas estadounidenses.
Estados Unidos se consolidó a comienzos de año como el primer exportador de gas natural a nivel mundial gracias al uso de la extracción hidráulica o ‘fracking’, una polémica técnica de extracción con un enorme impacto ambiental que está prohibida en numerosos países de la Unión Europea. Este excedente ha provocado en los últimos años una bajada de precios generalizada en el sector del ‘fracking’ que junto a las numerosas demandas por el destrozo medioambiental han dejado su rentabilidad pendiendo de un hilo.
Ahora, EE.UU ha sacado partido de la guerra dando un pelotazo con este acuerdo. El gas que proporcionará Biden costará a Europa aproximadamente el doble del que se transporta mediante gasoductos. Esto se debe, entre otras cosas, además de que el procedimiento de extracción es más costoso, a que este gas procedente del ‘fracking’ debe ser licuado y transportado en barco y camiones hasta una planta regasificadora del destino, donde volverá a transformarse en gas.
Las asociaciones ecologistas alertan de las nefastas consecuencias que tiene el ‘fracking’ para el medio ambiente. Entre ellos, la contaminación de las aguas subterráneas, contaminación atmosférica, emisión de gases de efecto invernadero, inducción de terremotos, además de la contaminación acústica y el impacto en el paisaje. A todo esto hay que añadir la contaminación adicional que generan los buques metaneros y los camiones que transportan este gas licuado hasta las plantas regasificadoras o el gran consumo de agua que requiere el procedimiento de extracción.
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