Mascarillas Plebeyas

El domingo 12 de septiembre se disputaba en el estadio Santiago Bernabéu el encuentro entre el Madrid y el Celta de Vigo. La web oficial del Real Madrid reza que la utilización de la mascarilla será obligatoria en todo momento y se reforzará la vigilancia del cumplimiento de esta medida tanto durante el partido como en los momentos de entrada y salida del estadio.

Estoy convencido de que se me escapa algo o quizá me falle la vista, pero como el niño del cuento de Christian Andersen, “El traje nuevo del emperador”, no consigo ver ninguna mascarilla entre los asistentes al palco VIP del Santiago Bernabéu. La moraleja de este apólogo es que no tiene por qué ser verdad lo que todo el mundo piensa que es verdad, que un chiquillo inocente podría destruir las pretensiones de un rey que no admitía su ineptitud.

Al igual que el chiquillo, en mi inocencia, que no ingenuidad, se me hace difícil entender por qué ciertas personas de la élite, entre la que se incluye a ministros, famosos, multimillonarios, personajes de la farándula y hasta el Papa Francisco, están autorizados a no utilizar mascarillas en actos públicos, en espacios cerrados, mientras la mugrosa plebe está obligada a embozarse, y por qué no, a embozalarse.

Y es que, en medio de esta epidemia de ignorancia colectiva, me hago la dichosa pregunta del niño que observa incrédulo a toda la multitud adorar al emperador, solo que, en esta ocasión, me pregunto: ¿qué ha sido de la mascarilla de todos aquellos que detentan cierto nivel de poder?

El Papa Francisco, exento del uso de la mascarilla, dándose un baño de masas.

Seguro que me falta algún dato y estoy errado, seguro que la rigurosa expertitud de Fernando Simón y su Comité de Expertos tienen un argumento científico, por el cual, “el bicho” ha aprendido a distinguir entre los diferentes estratos sociales, lo cual hace que ciertas personas públicas, estén exentas del uso de la mascarilla en todo tipo de celebración o acto social.

Porque está visto que el bozal, la mascarilla, tiene una función como estratificador social. Cada vez es más fácil conocer la posición social de una persona, simplemente en función de si está exento o no, del empleo de nuestro miniburka occidental en actos públicos.

Según el sociólogo Erving Goffman, desde que nos levantamos, nos ponemos una máscara. Las personas son como actores que se esfuerzan permanentemente a lo largo de toda su vida social para transmitir una imagen convincente de sí mismos frente a los diversos auditorios a los que se enfrentan. Saber moverse hábilmente entre los decorados y las utilerías, tener un buen vestuario, poder diferenciarse, son indispensables para obtener éxitos sociales. El que no sabe actuar constituye una amenaza para el elenco y es prontamente apartado. Esto explica por qué una conducta servicial resulta socialmente provechosa, porque cuando no eres famoso y no te quieres enfrentar a la mayoría, lo más cómodo y fácil es ceder y actuar como el hombre masa. Siendo uno más, diluyéndote entre la multitud. Disfrutando de la jugosa aceptación colectiva que produce el llevar una mascarilla y no ir en contra del rebaño.

Pero cuando gozas de cierto status es diferente. Decía Montesquieu, que todo hombre que tiene poder se inclina a abusar del mismo hasta que encuentra límites. Por lo que, o tienes una posición social elevada para que nadie te imponga un límite, o tienes una mascarilla. Ofreces o consumes. Eres cazador o presa.

El que no sabe actuar constituye una amenaza para el elenco y es prontamente apartado, esto explica por qué una conducta servicial resulta socialmente provechosa

Este es el quid de la cuestión. En función de la posición social que se ocupa, se está exonerado, o no, del uso de la mascarilla. Todos estamos en alguna medida estigmatizados en nuestras relaciones cotidianas (y covidianas). En esta dialéctica amo-esclavo, el escéptico esclavo ya ha aceptado el bozal social, mientras que el amo, la élite, el domine o la autoridad, en conciencia de clase, reconocidos como miembros de la misma, son superiores en esta lucha simbólica, constituyendo una frontera entre conglomerados sociales, haciendo explícito lo que había implícito.

Lo lógico sería que estas normas sociales y jurídicas se aplicasen a todos por igual sin importar la posición ocupada en el cosmos social, pero a ver quién le pone límites a los renombrados, a ver quién es el gendarme que entra con un ariete en el Casino de Madrid mientras Pedro J. Ramírez y la oligarquía política (ministro de sanidad incluido) se daban un fiestón glamouroso mientras te ordenaban que te quedases en casa.

Gala organizada por “El Español” el 26 de octubre de 2020. Pedro J. Ramírez y la oligarquía política.

A ver quién es el uniformado que entra con un ariete en el plató de un programa de televisión a decirle a los tertulianos que están criminalizando a parte de la población por no usar mascarilla, que usen mascarilla.

El problema está en que estas clases altas son intocables y están por encima de los vulgares plebeyos, a los que sí se les aplica las leyes. Si no, que se lo digan al gobierno, que se ha saltado el orden constitucional dos veces. Pero por alguna razón que se me escapa, hay una inclinación a dejar pasar y olvidar estos actos del poder, pero eso sí, se está dispuesto a criminalizar a todo aquel que de entre los comunes rompa el orden social establecido.

La realeza europea exenta de mascarilla despide a Marie de Liechtemstein en su funeral celebrado el 28 de agosto de 2021. En público y a puerta cerrada incumpliendo las medidas de seguridad.

Hay una inclinación a dejar pasar y olvidar estos actos del poder, pero eso sí, se está dispuesto a criminalizar a todo aquel que de entre los comunes rompa el orden social establecido

Y es que no conviene olvidar las conclusiones de la psicología experimental sobre la admiración instintiva que despierta en las masas la personalidad autoritaria y la aprobación general que merece el despotismo, esto explica por qué encuentra el poder tantos auxiliares predispuestos al crimen y la tortura. El porqué tenemos una historia repleta de vivicombustiones, decapitaciones, aspavientos, despeñamientos, ahorcamientos y lapidaciones en público a las que asistían -y asisten- las familias como espectadores, verdaderos sádicos en potencia que solo necesitan permiso del Estado para infligir sufrimiento a sus congéneres. Demostró Stanley Milgram que las masas obedecen autónomamente cualquier idea o forma de mando. Si a ello le añadimos el acicate del miedo imaginario tenemos una mezcla explosiva. Se consigue instaurar un sistema de obediencia a la normativa promulgada, fundamentado en el caudillaje y la represión del contrario. Estableciendo, por parte de las clases pasivas, un vínculo moral de agradecimiento al dictador que mantiene los auxilios sociales y que brinda a las masas bienestar y protección. Los conformistas del poder, en agradecimiento al líder, miran para otro lado cuando es el caudillo el que salta por encima de la Ley. Este es el rasgo de la servidumbre voluntaria del que hablasen tanto el jurista y pensador español Antonio García-Trevijano como el filósofo francés Étienne de La Boétie.

El presidente del gobierno Pedro Sánchez visitando el 26 de agosto una residencia de ancianos en Navalmoral de la mata (Cáceres), el plena ola y con personas vulnerables, pero exento del uso de la mascarilla.

Demostró Stanley Milgram que las masas obedecen autónomamente cualquier idea o forma de mando. Si a ello le añadimos el acicate del miedo imaginario tenemos una mezcla explosiva.

Para finalizar, que conste que no tengo nada en contra de Zinedine Zidane ni de ningún otro negacionista. Sería una tarea inacabable mencionar una a una a todas las celebridades que se dan baños de masas sin cumplir las medidas de seguridad, solo hay que echar un vistazo a las últimas galas celebradas de los VMAs, el Festival de la Moda de Venecia, el Met Gala y un largo etcétera.

Lo que me sorprende es que mientras esto ocurre, las autoridades se preocupan de que los niños vayan con mascarilla en el colegio -recreo incluido- mientras los profesores pinchados huyen preocupados al ver a sus alumnos sin su bozalillo de Hello Kitty. En fin. Solo un cretino adoctrinado puede silenciar los mandatos de la poca conciencia que tiene y sufrir disonancia cognitiva ante estos hechos.

A.S.M