Un nuevo estudio publicado en JAMA revela que las vacunas COVID-19 salvaron supuestamente solo 2,5 millones de vidas, muy por debajo de los 20 millones prometidos por modelos anteriores.
Un reciente estudio publicado en JAMA Health Forum sugiere que las vacunas contra la COVID-19 habrían salvado muchas menos vidas de lo que se pensaba inicialmente. La investigación, liderada por el epidemiólogo John P. A. Ioannidis junto con investigadores europeos, estima que la vacunación mundial entre diciembre de 2020 y octubre de 2024 evitó alrededor de 2,5 millones de muertes y salvó unos 15 millones de años de vida. Aunque estas cifras no son insignificantes, representan una caída drástica respecto a estimaciones anteriores que hablaban de entre 14 y 20 millones de muertes evitadas solo en el primer año de vacunación.
Uno de los hallazgos más relevantes del estudio es que la gran mayoría de los beneficios de la vacunación se concentraron casi exclusivamente en personas mayores. Aproximadamente el 90% de las hipotéticas vidas salvadas fueron de personas de 60 años o más, mientras que entre menores de 30 años la incidencia fue prácticamente nula. De hecho, se estima que solo unas 300 muertes fueron evitadas en menores de 20 años durante todo el periodo analizado. Este dato refuerza lo que muchos epidemiólogos ya intuían: el impacto de la COVID-19 es profundamente desigual por edad, y por tanto, también lo es el beneficio de las vacunas.
Este nuevo estudio contrasta de forma notable con investigaciones anteriores, como el modelo publicado en The Lancet Infectious Diseases en 2022, que estimó que solo en el primer año de vacunación se salvaron casi 20 millones de vidas. La Organización Mundial de la Salud, por su parte, había estimado que las vacunas evitaron 14,4 millones de muertes en 2021. La diferencia entre estos modelos y el nuevo trabajo es enorme, lo que ha generado un intenso debate en medios científicos y especializados.
Las razones de esta discrepancia tienen que ver, sobre todo, con la metodología empleada. Los modelos anteriores se basaban en escenarios contrafactuales: proyectaban qué habría pasado en un mundo sin vacunas, manteniendo constantes todas las demás variables. Este enfoque tiende a sobredimensionar el impacto de la vacunación, ya que asume que los gobiernos no habrían aplicado medidas alternativas para frenar el virus. En cambio, el nuevo estudio de Ioannidis adopta un enfoque más empírico, utilizando datos reales de cobertura vacunal y tasas de mortalidad por edad, aplicados país por país y durante todo el periodo pandémico, incluida la etapa dominada por la variante Ómicron.
Además, el estudio se enfoca fundamentalmente en el impacto directo de la vacunación sobre quienes fueron inmunizados antes de infectarse, y no en los efectos indirectos, como la reducción de transmisión comunitaria o la prevención del colapso hospitalario. Esto podría explicar por qué las cifras obtenidas son más bajas. Aun así, los autores sostienen que su enfoque ofrece una estimación más realista del beneficio neto global de la vacunación masiva.
Una de las principales críticas que emergen tras la publicación de este nuevo estudio es el uso acrítico y generalizado de modelos matemáticos durante la pandemia. Muchos de estos modelos, que sirvieron para justificar medidas masivas y campañas de vacunación universal, se basaban en escenarios hipotéticos construidos sobre supuestos rígidos y, en muchos casos, alejados de los datos empíricos. Asumieron tasas de letalidad constantes, ignoraron la inmunidad natural adquirida por la población y proyectaron mundos paralelos sin vacunas donde todo lo demás permanecía igual, lo cual es metodológicamente cuestionable. Estas simulaciones sirvieron más como herramienta de persuasión política que como reflejo fiel de la realidad. La enorme discrepancia entre sus cifras —decenas de millones de vidas salvadas— y las estimaciones más recientes y conservadoras —apenas 2,5 millones— deja en evidencia la fragilidad de esas proyecciones y la necesidad de repensar cómo se utilizan los modelos en salud pública.
La nueva investigación no niega la eficacia de las denominadas vacunas Covid, pero sí pone en cuestión el relato triunfalista sobre su impacto global. El mayor beneficio, supuestamente según el modelo, se concentró en una parte muy específica de la población: los mayores y los más vulnerables. De cara al futuro, estos datos podrían ayudar a orientar políticas sanitarias más eficaces, éticas y focalizadas, basadas en datos reales y no únicamente en simulaciones matemáticas.

