El 14 de febrero marca el 12.º aniversario del levantamiento popular en Baréin, un pequeño país en el Golfo Pérsico.
Durante estos años, los líderes de la oposición, defensores de los derechos humanos y activistas han sido injustamente encarcelados y torturados por su papel en este levantamiento, que exige reformas políticas de amplio alcance.
Los grupos de oposición bareiníes realizan manifestaciones antigubernamentales periódicas desde principios de 2011. La frecuencia y el tamaño de las manifestaciones tienden a aumentar durante los periodos de aniversario.
Los enfrentamientos son comunes durante las protestas, y la policía se moviliza para dispersarlas. También se han producido actos de violencia asociados.
Las autoridades de Baréin se han vuelto extremadamente intolerantes con cualquier forma de disidencia o crítica hacia el régimen. Las fuerzas de seguridad han arrestado y procesado a numerosos activistas por participar en protestas.
Las autoridades también han incluido en una lista negra a los grupos de oposición y han atacado a figuras religiosas influyentes, a las que han revocado su ciudadanía o detenido. Los críticos acusan al régimen de silenciar a los grupos de oposición y suprimir la libertad de expresión.
Actualmente, los bareiníes confían en que pueden derrocar a los Al Jalifa, que entronizan un régimen minoritario, el cual ha traicionado una vez más a la nación al vender descaradamente una isla en Golfo Pérsico al régimen sionista.
Para sorpresa, incluso la aparentemente occidentalizada minoría cree que, tras el trato con el diablo que compró por 21,5 millones de dólares la isla de 9554 metros cuadrados cuya soberanía es israelí a partir de ahora, el rey, Hamad bin Isa, ya no merece ser el gobernante.
Esta media del jeque Hamad justifica que los bareiníes de todas las denominaciones religiosas y políticas unan filas para poner fin a su régimen traidor.
Como señalaron los activistas de derechos humanos, no hay una sola familia bareiní que no haya experimentado ninguno de los horribles métodos de tortura y violaciones sistemáticas en los últimos doce años.
Mientras Israel habla descaradamente de utilizar la isla recién adquirida como base militar en el Golfo Pérsico, la Coalición Juvenil 14 de Febrero ha dejado claro en su declaración del domingo que el pueblo de Baréin continuará su lucha hasta la victoria de la revolución y el establecimiento de un sistema político democrático.
Prometió que “la llama, la chispa y la motivación de la revolución popular de Baréin, que comenzó el 14 de febrero de 2011, sigue viva, en vista de sus demandas de rectitud, y continuará hasta la caída del régimen de Al Jalifa y la expulsión del clan opresor y ocupante, así como de sus aliados y mercenarios”.
El régimen de Manama ha respondido a las demandas de igualdad social con una fuerza brutal que incluye arrestos indiscriminados incluso de mujeres y niños, encarcelamiento, tortura, asesinato y expulsión acompañada de la cancelación de la ciudadanía.
El pueblo de Baréin, cuyo líder espiritual, el ayatolá sheij Qasem, fue privado de la ciudadanía y obligado a exiliarse, está lejos de ser sometido. La nueva generación, disgustada con la indiferencia de los llamados defensores de la democracia, como Estados Unidos y el Reino Unido, y alarmada por las incursiones de los sionistas, contempla tomar las armas para conquistar la libertad.
La Coalición Juvenil del 14 de febrero deplora que Baréin se convierta en una base israelí. En su declaración asevera con confianza que “aunque el régimen ha otorgado a los israelíes la ciudadanía bareiní y les ha proporcionado todo el poder económico, político y de seguridad y las bases militares, la caída del régimen de Al Jalifa a manos del pueblo bareiní es segura”.
Todos los simpatizantes de Baréin y su gente tienen plena fe en Dios y saben muy bien que ha comenzado la cuenta atrás para los criminales de Al Jalifa.
Una revolución reprimida
El 14 de marzo de 2011, mientras el pueblo de Baréin protestaba contra el régimen de los Al Jalifa, las tropas de Arabia Saudí y otras monarquías petroleras del Golfo Pérsico se movilizaron para sofocar las protestas contra el jeque Hamad.
Durante varias semanas, desde el 14 de febrero del 2011, los manifestantes convirtieron la plaza de La Perla en un lugar de concentración contra el régimen gobernante.
Lo que sucedió ese día en la Plaza de la Perla de Baréin no fue un enfrentamiento entre chiíes y suníes, sino un choque social y económico entre los más vulnerables y la monarquía que gobierna el país durante más de dos siglos.
Los manifestantes no querían abandonar la plaza hasta conseguir el derrocamiento del rey al que acusaban de discriminar a los chiíes de manera que ni siquiera pueden alistarse en las fuerzas armadas en las que, en cambio, se enrolan además de los suníes, los extranjeros de la confianza de la monarquía de Al Jalifa.
Por Mohsen Khalif
Este artículo fue publicado originalmente en https://www.hispantv.com/.Lea el original.